Elementos arquitectónicos de la lareira

francisco rubia alejos LALÍN

LALÍN

maría alejos

La sala es un compendio de piezas etnográficas de la cultura gallega

09 ago 2020 . Actualizado a las 13:05 h.

El estilo de la silla que aparece en la fotografía no corresponde a la tradicional cadeira de mobiliario popular de cocina, sino que pertenece al modelo austríaco Thonet que trajo la innovación de la madera curvada de haya modelada al vapor (1820-1830). Su auge productivo industrial en serie tuvo lugar en 1871. Originariamente el asiento es de rejilla. En este caso su altura fue rebajada aserrándole las patas, para adaptarla a silla de costurera. Su presencia en la cocina está justifica para pelar patatas.

Tradicional poyo de piedra

Adosado a lo largo del muro testero de la cocina existe un largo poyo o banco de cantería, con moldura en el borde de cuarto bocel. Elemento de estilo renacentista que creemos perteneciente a la primitiva cocina. Sus medidas son: 3,40 metros de largo, 0,40 de alto y entre 0,30 - 0,40 de ancho. Además de su función de asiento, se utilizaba preferentemente a modo de repisa para tener al alcance de la mano útiles de cocina. El poyo es un elemento de larga tradición en nuestra arquitectura, cuyo ancestral origen conocido se halla en los bancos interiores adosados a los muros de casas pertenecientes a la cultura castreña, de los que se conocen numerosos casos.

Sobre este banco de piedra se aprecian varios objetos: pota -taza -puchero y lo que pudiera ser un viejo capelo plegado para avivar el fuego especialmente en el momento de encender, a modo de ábano.

Antiguas despensas y hornacina

Empotradas en el grueso del muro hay dos alacenas en obra de cantería, que se cerraban con puertas donde se guardaban originariamente alimentos bajo llave. La alacena o despensa grande tiene dos anaqueles de madera que, siguiendo la tradición antigua, alojan sus extremos en cajas o entalladuras en la piedra labradas a nivel. La envejecida madera está cubierta de paños, sobre los que se encuentran botellas; platos; un colador; varios cuencos ?uno con asas? y tazas. La alacena estrecha se halla semioculta de la vista por una pequeña arca o cajón de tapa llana con charnelas, utilizada para guardar algunos comestibles. Encima hay un plato con asas ?que creemos metálico? y algunos trapos que, además de usarse para secar las manos, se empleaban para fregar con jabón de taco, ante la carencia de estropajo. 

En este mismo lienzo, situada a la altura de la mano, hay una pequeña hornacina o nicho de forma cuadrangular, de 28 cm de ancho por 30 de alto y 17,5 de fondo con desplome hacia fuera. La pieza está rematada por un arco rebajado que, pese a su rusticidad y distorsión en la punta, recuerda el arco conopial, muy utilizado en el tercer y último período del estilo gótico. Por tradición antigua se acostumbraba a mantener un punto de luz en su interior ?candela de sebo o un candil?. 

Tapones de piedra en fregaderos

Como aportación etnográfica a la cultura popular comentaremos que, hasta mediados del siglo pasado en muchos fregaderos de cocina hechos de un bloque de piedra, de mármol o de otros materiales de construcción, el orificio de desagüe del fondo de la cubeta se solía taponar colocándole encima una simple piedra de naturaleza pizarrosa, traída del río o de la costa. Su forma adoptaba ser ovalada con una de las caras plana. El éxito de este singular tapón radicaba en que la zona periférica del sumidero fuese plana y estuviese bien pulida. Es digno de consignar su efectividad, y el notorio efecto de succión producido al intentar destapar. 

Ménsula y angarelo

Volviendo a centrar la mirada en el tema que nos ocupa, en la pared se aprecia un pequeño modillón o ménsula, visto por su cara frontal. Elemento arquitectónico clásico ?empleado como la única moldura en el Antiguo Egipto?. Su perfil es en forma de S o gola, en el cual la parte cóncava sobresale de la parte convexa.

Adosado a este mismo muro testero se puede observar el angarelo o burro, para pender la cadena del pote, o del caldero. Se compone de una parte vertical y otra horizontal en escuadra formada por un travesaño colocado en la parte superior, con un tirante oblicuo en medio de refuerzo. El eje vertical está empernado en quiciales o salientes horadados que salen del muro, donde articula ?similares en su estructura a los primitivos couzós de las puertas que actuaban de bisagra?, permitiendo el desplazamiento lateral para poder colocar o apartar el caldero de la lumbre.

Un rayo de luz señalaba la hora

En ambiente poco iluminado de la cocina aparece un rayo de luz oblicuo que parte del tejado. Tal efecto despertó la sensibilidad del fotógrafo para recogerlo en la instantánea. Se trata del primitivo sistema de control del tiempo a las antiguas casas de lugares y aldeas, que consistía en practicar una pequeña apertura en el tejado de la cocina para que penetrase por ese orificio el sol, de manera que al mediodía el haz de luz iluminara cualquier referencia en el suelo. Este procedimiento, conocido por lumieira o media lúa, orientaba el momento de comer. El testimonio gráfico es, bajo el punto de vista etnográfico, relevante, por dejar ilustrada la medida del tiempo. 

Ingenioso sistema de extracción del humo de la cocina

Después de haber suprimido elementos esenciales que formaban parte de la torre de la cocina para convertirla en capilla, se devolvió a este local su primitiva función. Esto supuso, al no disponer de chimenea, enfrentarse con el antiguo problema de la evacuación del humo. Un paso atrás en el tiempo, en que el espacio vacío sobre el hogar, en este caso de doble altura, actuaba como una gran campana de humos, convirtiéndose ahora la cocina, en lo que el arquitecto Yago Bonet Correa denomina «casa del humo».

Ante esta situación surgió la necesidad de idear un sistema que, si bien resultaba primitivo, se le habían añadido algunas innovaciones. Consistía en hacer en las proximidades de la cumbrera del tejado dos aperturas a modo de pequeñas buhardillas poco elevadas ?«troneiras»?, según denominación de Caamaño Suárez?, para dar salida por el frente a los humos de la lareira, y los producidos por el horno. Además del mencionado sistema, cuyo origen conocido se remonta a las viviendas con cubierta vegetal de colmo, donde el humo buscaba salida entre las pajas ?techos humeantes?, se practicaron otras tres aperturas debajo de la cornisa protegidas por sendas «placas de humos», elementos labrados en cantería de forma cuadrilonga, con estrechas entradas de aire por los cuatro costados ?similares a los desahumaderos de oreja barrocos, usados en las chimeneas exteriores, que defienden del aire y de la lluvia?.

Su misión consistía en establecer un circuito de aire o respiro entre estas «placas de humos» situadas a menor altura, y las «troneiras» cerca de la cumbrera, que favoreciesen la salida del humo.

Con este ingenioso sistema el humo ascendente al llegar a este nivel de altura era atrapado y forzado a salir, desahumando con mayor celeridad la cocina.

Ventanas abatibles manejadas con polea desde el interior de la cocina del pazo

Si las inclemencias atmosféricas resultaban adversas para evacuar la intensa humareda, otro recurso consistía en abrir las ventanas situadas a diferente altura en la parte alta del muro norte de la cocina. Estas ventanas cierran vanos rasgados que presentan derrame o abocinamiento por la cara exterior e interior, para aumentar la entrada de luz y su distribución. Dichas ventanas se encuadran dentro de la clasificación de abatibles, y pertenecen al modelo «ventana oscilante de eje inferior» por disponer en el cabio o travesaño de esta parte de bisagras, de palas cortas, aseguradas a la piedra. 

Sistema de apertura

El sistema de apertura se realizaba mediante una cuerda que pasaba por una polea colocada en la cara inferior del dintel, que permitía manejar las ventanas desde el interior de la cocina. Para comenzar a abatirlas se contaba con un contrapeso, formado por un grueso barrote saledizo perpendicular al cabio superior ?de unos dos palmos?. Debido al derrame exterior del vano, la hoja no podía abatirse completamente contra el muro. De este modo se podía volver a cerrar sin dificultad, cosa que no sería posible si la ventana fuera enrasada, debido a la falta de ángulo de tiro. 

Óculo de orbe

Para complementar la información de los vanos de la fotografía que mostramos, citar el óculo u ojo de buey. Se halla tallado en un bloque de piedra berroqueña, perfilado de moldura decorativa de cuarto de caña. El modelo es denominado arquitectónicamente «de orbe» y tuvo su primitivo origen en la tronera tardomedieval defensiva, ideada para pequeñas armas de fuego. La existencia de este tipo de elementos puede ser una buena forma de datar la parte del edificio donde se hallan. Según la autorizada opinión del arquitecto Miguel Durán Loriga los óculos del pazo de Don Freán pertenecen al siglo XVI. 

Conclusión

En suma, creímos importante esclarecer la ubicación precisa de Unha lareira de Lalín que ilustra la obra Historia de Galiza, de Otero Pedrayo, y recoger a través de estas notas la descripción del sistema de evacuación del humo de la cocina de abajo de este pazo, por considerar de utilidad su inclusión en un estudio sobre las Antiguas chimeneas en Deza, temática inédita en nuestra comarca.