El capítulo perdido de Diego Vázquez

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

FORCAREI

cedida

El empresario argentino visita Forcarei para conocer la parte nunca contada de su historia familiar

06 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay emigrantes con morriña perenne y hay emigrantes que prefieren pasar página y olvidar su vida precedente. Lo segundo es lo que hizo José Vázquez López, un vecino de Vilariño (Millerada) que hace más de un siglo se fue a hacer las Américas.

José se instaló en Argentina, se casó con una gallega de Friol y, ni volvió a sus raíces, ni les habló mucho de ellas a sus descendientes. Su hijo, Rosendo Vázquez Nodar, viajó una vez a España. Visitó A Coruña, pero entonces no sabía de la existencia de sus parientes de Vilariño. No sabía ni donde quedaba siquiera.

Sin embargo, con ochenta años empezó a darle vueltas al árbol genealógico y decidió que le gustaría profundizar más. En la procura de sus raíces le ayudaron sus hijos Juan José, Diego y Marcelo. Uno de ellos tiene una amiga en España que le consiguió las partidas de nacimiento de sus antepasados. Los hijos soñaban con conseguirle a Rosendo -que ahora tiene 87 años- la nacionalidad española. Más por cuestión de sentimiento que por un retorno que ya no entra en sus planes. La documentación no les sirvió para aquel fin, pero sembró en toda la familia la necesidad de recuperar la historia perdida. A fuerza de preguntar por los Vázquez de Vilariño, los hijos de Rosendo llegaron a contactar con un vecino de la zona que les dio el teléfono de dos primas de su padre, Socorro y Josefina. Juan José las llamó en mal día. Celebraban el funeral de un hermano. Juan José no se rindió y repitió llamada otro día pero las ancianas, de entrada, desconfiaron de un supuesto pariente argentino que tampoco conocían. La cosa no prosperó hasta que las mujeres invitaron a su sobrina Paquita a resolver el misterio de aquellas llamadas insistentes.

Curiosamente no fue Juan José, sino su hermano Diego, el que, aclarado el árbol genealógico, acudió a la llamada de sus raíces. Diego, que vive en La Granja, un pueblecito de unos 2.000 habitantes en la provincia argentina de Córdoba, visitó ayer Vilariño. «Es una sensación rara. Esta historia no era parte del libro de mi vida, pero tenía ganas de venir. Esto es como un capítulo nuevo que se abre», explica.