La reencarnación de Karpin y Mazinho en la cancha

GRADA DE RÍO

Thaisa y María coincidieron ayer en el colegio Maristas
Thaisa y María coincidieron ayer en el colegio Maristas GUSTAVO RIVAS

María Karpina y Thaisa Alcántara, hijas de los ex jugadores del Celta, promesas del baloncesto femenino vigués

25 mar 2010 . Actualizado a las 11:30 h.

Cuestión de genes. María Karpina Ivanova y Thaisa Alcántara do Nascimento no juegan al fútbol, pero en la cancha de baloncesto pasean la misma personalidad que sus padres en el césped de Balaídos. Las hijas de Valery Karpin e Iomar Mazinho son dos perlas más en la inagotable cantera del Bosco Celta. Karpina juega de ala pívot en el equipo infantil y a sus 13 años ya destaca por su altura (casi 180 centímetros). Thaisa es todo lo contrario, una chica menuda de 11 años que juega de base y destaca por su electricidad. Las dos poseen un gran carácter competitivo y son un portento físico.

«Genéticamente son muy buenas. Tienen un talento físico a tener en cuenta, tanto María que está un poquito más desarrollada aunque físicamente está por hacer, como Thaisa, que es una niña con unos orígenes buenos. El tema de la raza también puede marcar. Las dos tienen una capacidad de trabajo muy grande», comenta el director deportivo del conjunto vigués, Carlos Colinas.

María Karpina comenzó en el baloncesto después de su efímero paso por la gimnasia rítmica. «Tenía mucha flexibilidad y ahora me sirve para jugar. Me gusta más el baloncesto». Thaisa ya se inició directamente en la cantera del conjunto celeste. Las dos llegaron al deporte de la canasta de la mano de sus familias. Pero aunque los padres fueran en su día los populares, quieres le inculcaron los valores fueron sus madres. También deportistas de élite en su día (en natación Sveta y en voleibol Valeria). «Creo que el papel de las madres es muy importante, aunque los padres hayan sido la referencia. Las dos han mamado el deporte y han estado en la élite», sentencia Colinas sobre el papel de sus progenitores.

Pero ni en lo físico ni en lo competitivo pueden obviar su procedencia. Quienes le conocen aseguran que ver a Karpina en la cancha es ver a su padre. Saca la misma raza. Un volcán que cuando acaba el partido se convierte en un ser encantador. «Soy fuerte en el juego. También tengo mala leche en el campo como mi padre», comenta María, que se siente identificada con el juego del actual técnico del Spartak.

Thaisa es tan combativa y tan generadora de juego como Mazinho, pero incluso se parece más a su hermano, el barcelonista Thiago. «Mi padre y mis hermanos son un espejo para mí», sentencia, mientras admite que el apellido pesa.

Tanto Valery como Iomar están al día de la trayectoria deportiva de sus hijas. El ruso incluso se permite darle consejos a María cada vez que la ve en directo. El brasileño se limita a animarla. Los dos saben de sus progresos. En Maristas, a la hora de entrenar, son un ejemplo de trabajo y de sacrificio y en los partidos son competitivas al cien por cien. Ellas saben como pocos lo que cuesta llegar a la élite. Para dar el salto no basta con tener un apellido ilustre. Lo primero es el esfuerzo.