Hace años, un lector llamó por algunas de las informaciones que este periódico había publicado sobre las irregularidades en la gestión de Lendoiro. En realidad, no se quejaba de que las mismas carecieran de rigor o veracidad. Su malestar se centraba en la mala imagen que se daba del club si se destapaban «esas cosas»: «A mí me da igual si Lendoiro ha robado o no» espetó. «A nosotros, no», le dijimos desde La Voz.
Este final de conversación resume algunas de las cosas que han venido pasando alrededor del Deportivo desde hace muchos años, con un triste consentimiento a las tropelías del presidente en aras de que el equipo metiera un gol más que su rival. Pero si malo es que algunos aficionados pudieran consentir incluso que su presidente robara (algo de lo que no había sido acusado), lo peor es cómo se ha mirado hacia otro lado y como algunos pretenden seguir haciéndolo desde determinados ámbitos.
En un irrenunciable compromiso con sus lectores, La Voz de Galicia, liderada por su editor, no ha aceptado nunca presiones de ningún tipo, ni las procedentes del ámbito económico, ni del político, ni del delictivo, ni tampoco del fútbol. Pero no se puede decir lo mismo del compromiso de otras instituciones que a lo largo de todo el tiempo han demostrado con su escaso coraje no estar a la altura de la ciudadanía a la que representan y se deben.
Lendoiro se ha beneficiado durante años de la cobardía de otros. Primero, en su día, de la de Hacienda, que en otras etapas le consintió incumplimiento tras incumplimiento. De los bancos, que enterraron el interés general de sus clientes bajo el miedo al balón redondo. De los políticos, prestos y dispuestos a aparecer en las fotos, pero cobardes como pocos a la hora de poner el cascabel al gato. Y del mundo de las leyes, con la Fiscalía haciendo mutis por el foro, cuando no apareciendo en el palco de Riazor; y de los jueces, con un Lendoiro que ha campado a sus anchas en un proceso bajo tutela judicial, igual que campó a sus anchas cuando no estaba intervenido. Por no hablar de otros medios de comunicación que aún hoy en día hacen malabarismos informativos para intentar pescar en río revuelto.
Ahora, gracias primero a Lendoiro, el gran hacedor del drama que vive el Deportivo; y segundo, a todos aquellos que por miedo no se atrevieron a pararle los pies, el club está al borde de la liquidación. Son ellos y no otros los que pueden hacer desaparecer el club. ¿En qué cuadro de honor meteríamos entonces a Lendoiro?