El Barcelona nunca tuvo el control del partido, tan solo por fases. Jugó con miedo de perder el partido. Perdía demasiados balones, no llegaba con fluidez arriba... Sucedió algo inusual. El rival le llevó la iniciativa e incluso se le adelantó por momentos. Le puso las cosas complicadas y mantuvo la posesión del balón. Y el Barcelona quedó sorprendido, descolocado. El Barça mostró sus dudas. Y el partido cambió en un momento dado. No solo por la entrada de Messi, pero también por ello. Cuando Messi entra, el rival se ve obligado a defender más atrás. Hay razones para ello, entre ellas, la capacidad de desequilibrio de Messi. Y el PSG se puso por detrás del balón, lo que coincide con el tramo en el que el Barcelona se hace con la iniciativa. El partido se equilibra un poco porque el rival se echa atrás. Se puede concluir en cierta medida que lo mejor del partido de anoche fue el resultado. Un indicio palpable de ello es el desarrollo de los minutos finales del duelo. No recuerdo un Barcelona que buscase las esquinas con un empate, que buscase el fallo del rival y perder tiempo para asegurar el marcador. El Barcelona acabó ayer pidiendo la hora. A este equipo le falta frescura en comparación a otras temporadas. En realidad, le faltan muchas cosas con respecto a su pasado reciente.