Bernabéu estaba en lo cierto cuando se refería a las declaraciones de los futbolistas. Antes, todos van a ganar y, cuando el balón no rodó a su favor (sin duda porque no acertaron a jugarlo como deberían) y con el marcador señalando la derrota, después de que en las vísperas esos mismos anticiparan la victoria, ahora, todos ellos se apresuran a disculparse tratando de convencernos de que «la derrota sufrida no fue merecida». Las derrotas no van o vienen en un partido, flotando en el ambiente como si fueran globos hinchables escapados a los niños. Ni tampoco un jugador falla ese gol cantado, o el penalti que equivale a un gol a gritos, por golpear mal el balón desde los 11 metros. Ganar o perder no es algo ajustado a un baremo del que se cae cuando los méritos del futbolista quedan muy por debajo del listón. Los goles no llegan con sello de merecidos, sino que nacen por el buen hacer del jugador que los marca.
No entraremos a analizar las causas por las que cayó el Deportivo ante el Levante (0-2) porque sería revolver algo desagradable. El mismo domingo ya hubo quien habló del desquite en San Mamés. Difícil parece la empresa, pero el caso es convencer al seguidor de que esto de la Liga acaba de empezar. Hay tiempo, dicen unos, y manejan argumentos como señaló Oltra al final del partido de anteayer, confesando que ya esta pensando en el partido contra el Athletic bilbaíno. ¿Pensar en San Mamés ayuda a borrar lo de Riazor? Ahora, sí, después, dependerá del resultado.