Rodrigo Germade, doble medallista olímpico, estalla contra la Federación de Piragüismo: «Estoy viviendo el mayor desprecio de toda mi carrera deportiva»

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Fijo en el mejor K4 500 español de la historia, culpa a la RFEP de la rigidez de los criterios de selección que le dejan fuera de la Copa del Mundo
16 abr 2025 . Actualizado a las 10:20 h.Rodrigo Germade (Cangas, 1990) es uno de los mejores piragüistas españoles de todos los tiempos. Pilar en los éxitos del actual K4 500, con el que se colgó la plata en Tokio 2020 y el bronce en París 2024 y un oro y tres platas en Mundiales; incluidas otras distancias, suma otros dos títulos Mundiales en un total de 13 podios en máximas citas internacionales. Al regreso de los últimos Juegos, sufrió problemas de ansiedad, intentó volver a entrenar, estuvo a tratamiento psicológico, a través de la Federación Española (RFEP), regresó al tajo y ahora, después de verse fuera del K4 500 que abrirá la temporada internacional en la Copa del Mundo, denuncia la rigidez de los criterios de selección: se quedó eliminado por ocho décimas en un cronometraje individual, pensado para formar un barco de equipo. Su voz se une a la de otros palistas de élite, como Teresa Portela, que denuncian que las normas para entrar en los barcos fueron modificadas respecto a las vigentes, comunicadas sin apenas margen para entrenar y no atienden a la realidad del piragüismo de élite. «Es un sinsentido. Superinjusto. Para la federación ya no valgo», denuncia desde Gijón, adonde trasladó su vida y la de su familia, hace años, para priorizar el deporte.
—¿Cómo está? La situación nace hace tiempo y se remata con unos criterios que no contemplan lo que es el año postolímpico.
—Hace tiempo que lo comentamos, los criterios que se estaban preparando no tenían mucho sentido. Hay que ir a la base. En los Juegos de París el K4 500 gano el bronce, y Marcus [Cooper] y yo llevamos mucho tiempo [desde el inicio del ciclo previo a Río 2016] sin parar. Son muchísimos años de entrenamientos, resultados y presión, y se necesita un descanso, una desconexión para tomar aire y poder seguir. Al volver de París yo psicológicamente lo pasé muy mal, me sentía vacío, estuve tocado, con una ansiedad muy fuerte, fue muy duro. Y llegó un momento, ya cuando estaba entrenando, en el que tuve que parar de golpe. Miguel [García, el entrenador más exitoso de la historia del piragüismo español, y responsable del K4 500] me recomendó estar tranquilo y parar, pensando a largo plazo, en agosto [y el Mundial]. Pero no tuvimos esa calma. Hubo elecciones a la presidencia de la federación y pretendieron inventar la pólvora. Había unos criterios de selección de los barcos [para pruebas internacionales], y funcionaban muy bien, como demuestran los éxitos que hubo, y se cambiaron. No se debe avisar del cambio a finales de febrero, principios de marzo, a poco más de un mes del selectivo. Yo, tras mi parón, volví a entrenar con el desgaste de los Juegos; teníamos méritos suficientes para que se nos respetase. Los criterios de otros barcos son más flexibles, más permisivos; en el K4 500, no. Javier Hernanz [presidente de la RFEP] dice que en el K4 quiere estar todo el mundo. ¡Claro! Porque hemos ganado, pero, ¿por qué se deshace entonces el barco? Pese a todo, decidimos tirar para adelante, y Marcus y yo participamos sin estar en las mejores condiciones. Yo me quedé fuera por ocho décimas, un día de mucha ola, porque no me dio tiempo a coger la forma, y aún estamos en abril.
—Por un día puntual.
—Hay un criterio, que midió el nivel individual de los palistas en un K1, vale, pero el proceso no puede ser tan excluyente para un medallista de París que lleva tantos años. Ellos saben que mental y físicamente estaba frágil. De acuerdo con el entrenador me tomé un descanso, y me quedé fuera por ocho décimas. No se trata así a alguien con una trayectoria, para que se me entienda, no soy un cualquiera. Esperaba una cierta flexibilidad, un poco de respeto.
—¿Han hablado con usted los responsables de la federación? ¿Se han interesado por cómo está?
—Ni el presidente ni el director técnico se han dirigido a mí ni por empatía ni para darme ánimos ni siquiera. Con Teri [Portela] también hicieron lo mismo, enviaron capturas de imágenes, se comportaron con muy poco respeto. Es un trato deleznable. Mis propios compañeros programaron una especie de reunión tras el selectivo para saber a qué se debía esta falta de respeto. Fue cosa suya, pero recibieron una frialdad absoluta, solo números, y esto es lo que hay. A día de hoy no recibí ni una llamada.
—No se siente respetado.
—Estoy viviendo lo más asqueroso de toda mi carrera deportiva. Han intentando hablar con Hernanz para razonar los criterios, y con Esteban Alonso, que es el verdadero director técnico, porque el que ostenta el cargo [Francisco José Vicente] cumple sus órdenes, como en una empresa el encargado de los despidos. Este es el trato y la filosofía de la federación.
—¿Por qué cree que lo hacen?
—Sinceramente, me gustaría saberlo, pero no lo sé. Parece hasta algo personal.
—También Portela se queja de que se cambiaron las normas de los últimos años.
—Me parece asqueroso también, igual que a mí, aunque desconozco lo que hay detrás.
—¿Cuál es ahora la situación? ¿Sigue entrenando?
—Estoy destrozado, pero intento ser práctico, aislarme, asimilar las cosas, tomármelas de la mejor manera, sin recrearme en todo lo que pasó. Porque sería mi final. Mi estado mental es malo. No sé lo que haré ni las opciones que puedo llegar a tener, pero voy a seguir entrenando y a ver qué pasa con la Copa del Mundo [en el K2 500, en el que podría entrar aún].
—En otoño decidió junto a Miguel García parar y pedir ayuda psicológica, que le puso la RFEP.
—Hablando vimos que era una herramienta que podía ser útil, y la federación aportó los medios y se implicó; estuvo bien, pero las cosas llevan un tiempo. En enero me motivé, me encaucé, entrené con más ganas y regularidad. En poco tiempo estaba al nivel del grupo, ganando en los controles a otros.
—Al regreso de París, ¿cuándo empezó a encontrarse mal?
—A los dos o tres días de regresar. Me sentía vacío, con una sensación muy difícil, que tuve otras veces, pero muy bestia. Arrastrando lo de todos estos años.
—Luego empezó a entrenar y paró.
—Empecé con el grupo, o un poco más tarde. En octubre, y estaba más o menos bien, pero casi iba a entrenar por ir, sin motivación. Me costaba porque ya teníamos entrenos exigentes, pero mi cabeza no estaba preparada.
—Miguel le aconseja parar y le recomienda apoyo.
—Me recomienda desconectar, que en Navidades ya veremos. Y dejo de entrenar, porque necesito parar. Y así hice. En enero participé en la concentración en Sevilla, e iba atrás, pero fui cogiendo el nivel poco a poco. Me fui acercando al resto del grupo. Estoy satisfecho de mi papel. En tres meses conseguí meterme casi.