«Creí que había muerto, pero algo dentro de mí decía: 'levántate'»

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El ciclista Lester Fernández sufrió varios ictus, tuvo una necrosis en la pierna izquierda, le atropellaron y, tras realizar la Titan Desert, acaba de completar el Camino de Santiago en 1.200 kilómetros

17 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras haber completado el reto mayúsculo de finalizar la Titan Desert, una de las carreras más duras del mundo, y haber hecho historia al convertirse en la primera persona en lograrlo con un 81 % de discapacidad, Lester Fernández acaba de completar un nuevo objetivo, el Camino de Santiago. 1.200 kilómetros en bicicleta. Ocho etapas. Y una meta clara: la plaza del Obradoiro.

Su historia es de superación constante. En el 2009 y 2011 sufrió varios ictus. En el 2014 tuvo necrosis en su pierna izquierda como consecuencia de una infección tras una operación de tibia y peroné debido a una alergia a los metales. Y en el 2020 le atropelló un coche cuando volvía a casa de entrenar con la bicicleta, lo que perjudicó su movilidad. «Pensé que había muerto, pero parece que había algo dentro de mí que me decía que tenía que hacer algo más y levantarme», recuerda Fernández.

Todavía sigue recuperándose de aquello —tiene una tendinitis crónica en la pierna derecha, y el golpe en la cabeza le generó unos acúfenos, entre otras molestias—. Pero Lester sigue adelante. «Llevaba mucho tiempo pensando en hacer el camino. Creí que era un momento en el que podía estar conmigo, compartir mi soledad, pensar en mis cosas... Lo quería hacer y que fuera una aventura, y así ha sido. Más impresionante de lo que creía. Es una experiencia que jamás olvidaré en la vida», apunta.

Nada más pisar la plaza del Obradoiro recordó a sus hijas y su pareja. «Había venido con mis niñas este verano. Nos hicimos una foto y les dije: ‘Cariños, aquí papá llegará en bici muy pronto’», rememora. Las pequeñas no dudaron en preguntar si estaba muy lejos. Pero en su pensamiento también hubo lugar para el orgullo: «Me acordé de todo el dolor y el sufrimiento durante los ochos días de camino. Pensaba, ‘madre mía, lo que he sufrido para llegar hasta aquí’».

«Hoy en día, mi vínculo con la bici son mis piernas. Cuando voy muy despacito, siento que camino; si voy rápido, que corro. Echo en falta eso, y con la bici puedo hacerlo. Ahora es parte de mí», añade.

Un recorrido exigente

Dos de las cosas que más motivaban a Lester antes de emprender esta aventura era afrontar las dificultades propias del camino y ver hasta dónde podía llegar. Aunque encaró gran parte del trayecto solo, en algunos tramos contó con compañía. «Algunos fallaron por la lluvia. No se podía ver a un metro de distancia por la cantidad de agua que estaba cayendo. No podía obligar a nadie a meterse en ese agujero. Fueron tres días muy intensos», apunta el ciclista. Pero los echó de menos nada más entrar en Galicia. «Me dio un buen recibimiento. De hecho, subiendo O Cebreiro pensaba: ‘a ver si cae algo, porque hace demasiado calor’», recuerda entre risas.

Durante el camino hubo exigencia y días con mucha carga (hasta 200 kilómetros en una bicicleta de montaña). Pero hay pocos retos comparables con la Titan Desert. Fue más dura para el ciclista de origen cubano. Calor, polvo, viento en contra... Pero aún así, se quedó enganchado. «Tiene algo. Como dice la gente que participa, es un bichito que te pica y te deja marcado para siempre. Para mí, es como si te picase un chute de adrenalina, es algo único», apunta Lester. Cuando tomó la decisión de apuntarse, su entrenador le mostró su apoyo incondicional. Pero dejó claro que, si no la terminaba, habría sido un logro igualmente. «Yo decía que no, que presentarme no servía. Quería acabar y ser finisher», dice. Y así fue. Además de un hecho histórico, el ciclista se queda con la gran experiencia: «Encontrar a gente que no te ha visto nunca y te da fuerzas, la emoción que te trasladan, la unión que hay, el ambiente y la pasión que se respira... Todo ese mundo no lo había vivido en ningún otro deporte en mi vida, es algo increíble». Tanto le marcó que ya se recupera rápidamente para asistir a la Titan Desert de Almería, que tiene lugar entre el 7 y el 10 de septiembre y que consta de cuatro etapas. Un nuevo reto más.

«Parece que mi cuerpo necesita movimiento para olvidar otras cosas»

El ciclismo llegó a la vida de Fernández cuando él tenía 9 años. A su familia no le convenció la idea, pero su tío creyó que para alguien con el nervio de Lester y que no está tranquilo nunca podría ser bueno. Y no se equivocaba. «En la bicicleta encontré esa pasión y ese vínculo que nunca había tenido con ningún otro deporte que había practicado. Encontré algo espectacular», apunta. Ahora, le da la vida: «Parece que mi cuerpo necesita movimiento para olvidar otras cosas». Además de las secuelas del accidente, también tiene de los ictus que sufrió. Dolores de cabeza, a veces se le nubla la vista, tiene un tic en el ojo, se le gira boca... Pero todo eso no le impide ir en bicicleta. Y así quiere conseguir que se sientan otras personas que tienen discapacidad.

«El proyecto Happy Wheels nació con la idea de salir con mis amigos en bici y hacer un grupo después del accidente [del 2020], pero a los pocos días me di cuenta de que no quería eso. Yo quiero ayudar a la gente discapacitada como yo. Quiero que se encuentren bien, que salgan de sus problemas y de sus casas a través del ejercicio físico, el deporte... Lo que sea, pero que salgan y se muevan. Yo estuve mucho tiempo en el sofá, la vida que tenemos es muy difícil. Te sientes solo, aunque no lo estés», explica Fernández. Por aquel entonces, no tenía la fuerza para hacerlo. Con la idea plasmada, retomó su especial proyecto a finales del año pasado. «Espero que algún día funcione como yo quiero. La gente discapacitada podemos hacer cosas, servimos, no somos inútiles. Podemos dar algo a la sociedad. Todos podemos», finaliza.