El guion que podría haber escrito Hitchcock

Tito Vázquez

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

10 jun 2023 . Actualizado a las 22:56 h.

El impacto que causó la incursión de Carlitos Alcaraz en el mundo profesional del tenis, ganando el US Open en el 2022 a los 19 años, fue similar a la irrupción de Roger Federer cuando ganó Wimbledon en el año 2003. En esos tiempos, Alcaraz solo tenía dos meses y Roger iba a cumplir 22 años y ser número 1 del mundo unos meses después.

La velocidad de sus desplazamientos, su reacción, la variedad de su juego, la potencia y técnica del español volvieron a despertar el interés por un tenis vistoso, completo, algo que estaba desapareciendo entre las minucias de un tenis moderno, monótono, basado en la potencia y en el estado físico.

En los primeros años, Roger Federer fue superior al resto y en el período que llega hasta el 2008, cuando Rafa Nadal le gana en Wimbledon y Novak Djokovic se lleva el abierto de Australia, el suizo ganó 12 de sus 20 grand slams.

Rafael Nadal fue su némesis durante varios años y la rivalidad de los dos fue el deleite de los espectadores y de la prensa. Sin embargo, el serbio, en la época en que compitieron los tres y en especial desde el 2011 hasta el presente, obtiene 21 grand slams igualando el récord que ostenta Rafael Nadal con 22 torneos.

Carlos Alcaraz llegó a Roland Garros como número 1 del mundo con solo 20 años. La presión de ser favorito, ganar el torneo ante la ausencia de Rafael Nadal -el jugador que lo ganó 14 veces- algo casi imposible de igualar, y además intentar eliminar la sombra de Djokovic, el único sobreviviente de los Big 3, era una situación extrema de estrés tanto en lo físico como en lo emocional.

La semifinal Djokovic - Alcaraz tenía todos los ingredientes para ser el partido más esperado del año. El digno sucesor de Nadal y actual número 1 del mundo podía frenar al serbio y así ayudar a su compatriota a mantener igualado el récord de los 22 grand slams. Alcaraz representaba la juventud contra la experiencia, el futuro contra el presente, el tenis vistoso contra la efectividad de la máquina, una mente adolescente con una actitud alegre (el placer de jugar) contra una mente y concentración de hierro.

Era el momento esperado, el momento de la transición y el público, algo tan influyente y necesario, estaba a favor del español. Sin embargo, Novak Djokovic, un jugador que intimida a los contrarios por sus estadísticas y su incentivo en lograr ser el jugador con más victorias en Grand Slam en toda la historia del tenis, salió a la cancha a defender trono.

En el comienzo del partido, Novak mostró sus garras, aprovechó el juego potente de Carlitos para contragolpear mejor sorprendiendo y haciendo dudar al español. La tensión entre punto y punto era notable y la ansiedad de Alcaraz lo llevó a hacer numerosos errores en los intercambios del fondo. La variedad del saque de Djokovic, los cambios de velocidad y altura, su plasticidad para desplazarse por la cancha y la sublime interpretación de cómo jugarle al español lo transformaron en un obstáculo difícil de superar, sobreponiéndose a Carlitos en la parte mental y ganando el primer set (6-3).

Alcaraz sigue tenso pero el segundo set es una lucha titánica. El español gana un punto anecdótico logrando un passing shot imposible corriendo para atrás y el set se convierte en una batalla de igual a igual. El serbio pide tiempo para ser atendido por un fisioterapeuta mostrando su preocupación. El español celebra cuando quiebra el saque de Novak ganado el octavo game y se coloca 5-3 para cerrar el set con su saque.

En el mundo de tenis, y aún más en canchas rápidas, existe una frase que es como un aviso: «A brake is not a brake until you hold serve». O sea «no has roto el saque hasta que ganes el tuyo» y esa ley se convirtió en realidad cuando Novak, el mejor devolvedor de saque en la actualidad, gana ese game y en el otro levanta un 0-40 para igualar en 5. Alcaraz sintió el golpe pero en un juego intenso con posibilidades del serbio de romper nuevamente, logró salir airoso con ese instinto de supervivencia de los campeones y al siguiente quiebra a Novak y gana 7-5 el segundo set.

El serbio sintió el esfuerzo y para romper el ritmo y tomarse un descanso se fue al vestuario lleno de dudas: «No me sentía nada bien en el final de ese set», dijo el serbio después.

Carlitos, a mi modo de ver, había superado el desafío, y habiendo jugado tres horas menos que el serbio durante el torneo, se encaminaba hacia la victoria final.

Sin embargo, como en una película de Hitchcock con un imprevisible final, un calambre, tan inesperado como crucial, acabó con la esperanza del español. Carlitos, cuando nada lo hacía suponer, quedó duro, acalambrado, después de una devolución estando uno iguales en el tercer set. En ese momento, el guion del partido se evaporó, el sentido del juego no tuvo argumento y la inutilidad de seguir se reflejó en el resultado. Carlitos perdió diez juegos seguidos ganando el de honor estando 5 -0 abajo en el cuarto set.

En la conferencia de prensa, ante la sorpresa de su declaración, Carlitos reconoció: «Lo que ha pasado hoy es mental, he entrado al partido mas tenso de la cuenta, no he sabido relajarme… No es fácil jugar contra Novak. El que diga que entra a jugar sin nervios ante Novak, miente». Sus palabras son dignas de análisis y reflejan la inocencia de la espontaneidad, no ese discurso habitual de los campeones que aprendieron el guion de hablar correctamente.

El niño prodigio con esa sonrisa inusual reconoció en publico el estrés que sufrió al enfrentar a Djokovic, pero con la palabra «jugar con Novak» en lugar de jugar contra Novak.

Jugar al tenis es su esencia, sonreír y agradar al público a través de su expresión es su espíritu latino. El exceso está en su alma de diamante y cada paso es un aprendizaje. ¿Qué es ganar?

The joker sobrevivió la tempestad de la irreverencia, esa juventud descontrolada que desafía y acosa sus sueños. El serbio está en su séptima final de Roland Garros, al borde de lograr su ambición, ser el jugador que ganó más títulos y el único que puede ganar tres veces como mínimo cada uno de los cuatro torneos que conforman el Grand Slam. Este domingo en París el serbio tratará de convertirse en el jugador más ganador de todos los tiempos. Las estadísticas de Novak son irrefutables.

Sin embargo, en el año 2021, cuando solo necesitaba ganarle al ruso Daniil Medvedev en la final del US Open y lograr lo que nadie logró desde 1969 -cuando Rod Laver, ganó su segundo Grand Slam de Oro- ganar los cuatro grandes en el mismo año: Australia, Roland Garros, Wimbledon y el US Open, al serbio se le escapó la gloria entre sus manos.

En la final de la cancha central de Roland Garros, su rival, el noruego Casper Ruud, llega silenciosamente y jugando muy bien a su tercera final de Grand Slam. El nórdico, un jugador agradable, caballero y cordial, ya estuvo en esa situación perdiendo en el mismo estadio de Philipe Chartrier, el año pasado, con Rafael Nadal. El serbio no es Nadal en canchas de tierra, perdió en cuatro finales de seis. ¿Podrá Casper Ruud vencer a Novak Djokovic? Todo es posible en la dimensión desconocida, pero solo Hitchcock conoce el desenlace.