Está la parroquia rojiblanca preocupada. No le salen las cuentas, o mejor dicho le salen cuando el equipo gana pero eso es jugar con ventaja, como cuando haces trampa al solitario. Vivimos con un grado de insatisfacción permanente y queremos todo rápido. La sociedad vive tan a la carrera que la prisa se instaló en nuestra existencia y la inmediatez ya no es cosa de jóvenes, la impaciencia ya no está instalada solo en la adolescencia. Nos olvidamos que las cosas buenas se hacen a fuego lento, como las comidas de las abuelas, sabrosas, consistentes, apetitosas, pero eso lleva un tiempo de elaboración.
Buscamos cuatro equipos para dejar por detrás en mayo pero en octubre no se encuentran. Ansiamos ganar dos partidos seguidos y meter seis puntos de una tacada al zurrón pero ni los llamados a conquistar las primeras posiciones son capaces de conseguirlo. Vivimos con el corazón en un puño cada jornada, como si el día del partido fuera a ser el último. Escudriñamos la alineación, le damos un montón de vueltas a cada jugada y al final de cada domingo revisamos la clasificación buscando el sosiego necesario que nos ayude a afrontar la siguiente semana. No es vida apacible la del fiel aficionado.
Una carrera de fondo
Consejos doy que para mí no tengo, pero esto es una carrera de fondo. Ni se desciende en noviembre ni se ganan campeonatos en diciembre. Cada uno en su papel, el del ánimo y entusiasmo los que transitamos por la grada, jugando el partido que nos corresponde, sin un ápice de duda con los nuestros mientras el encuentro tenga vida. La de los protagonistas, dejándose todo como siempre lo han hecho y evolucionando en su aprendizaje diario, mejorando sus prestaciones y minimizando sus debilidades. Sin estridencias que no conducen a nada, ni las pesimistas compulsivas ni las optimistas desaforadas que también las hay. Así que el que sea de los agoreros que se busque amigos que regulen su nivel de optimismo y los que lo vean todo perfecto, que amplíen su zona de confort buscando crítica constructiva.
Las Palmas era el invitado la noche de fin de fiesta de San Froilán. No era el visitante perfecto pero el calendario no permite elección a la carta y el menú salió indigesto. Se fueron de Lugo líderes, con lo cual queda todo dicho. El sufrimiento ya viene de serie y no hay nada que sorprenda. Serenidad, templanza, reflexión, prudencia y seguir confiando en la receta de la abuela. Los ingredientes idóneos, la minuta adecuada, la cocción necesaria