El día

Millán Gómez

DEPORTES

18 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

uizás no hayan sido solo doce años, sino más bien trece. Sufrimos lo indecible hasta la decepción en Valladolid durante la última temporada en ACB. En las seis campañas anteriores se había conseguido la salvación de forma desahogada. Desde aquellos cinco triples consecutivos de César Sanmartín y la llegada de Devin Davis. 90-66 al Barça una tarde de domingo. Y todo cambió. En 2003, incluso fuimos novenos por delante del Real Madrid.

Durante estos años, hemos vivido de todo. Recuerdo el primer partido tras el descenso.

Fue en Los Barrios. Un baño de realidad. En la primera temporada, ni siquiera playoff.

En el tramo final, llegó Malik Dixon, un absoluto genio. Siempre tuve la sensación que, de habernos clasificado entre los ocho primeros, hubiésemos ascendido, aunque solo fuera por tenerlo a él. Un año después, Dixon anotaba la canasta que le daba la Liga israelí a su Hapoel Holon frente a Maccabi Tel Aviv. Porque en el breoganismo siempre tuvimos la sensación de que los nuestros, cuando se marchaban, siempre eran mejores lejos de Lugo. Y que, contra nosotros, eran invencibles.

En 2008, la F4 de Cáceres. Ir perdiendo de 15 y remontar ante GBC. Aquel marcador provisional 67-68. Les adelantamos y acabamos perdiendo. Desde ahí, tres años de travesía. En la temporada 2010-2011, los inicios fueron paupérrimos. Incluso, temí por el descenso a LEB Plata. Eran los inicios de James Feldeine. Individualista al principio.

Creciendo hasta aquella canasta contra León. Ahora, estrella de Euroliga.

Desplazamientos a León y Compostela para volver a resurgir socialmente. En la edición 2014-2015, con Lisardo y Gary McGhee, volvimos a soñar. Un 11-23 provisional en el quinto y definitivo partido en Ourense. Parcial de 12-0 en contra. Fueron eternos minutos con una única meta: aplaudir el mérito de un sobresaliente equipo.

Siempre la sensación de no tener la mejor plantilla. De que fichábamos jugadores un escalón por debajo de los mejores. Hasta este año. Años de goteras, de miedo por la supervivencia del club. De frío, que es la metáfora más precisa de la tristeza. De aquel lunes 22 de agosto de 2016 donde podía desaparecer el club, que no nosotros. De siempre tener la sensación de perder los partidos decisivos hasta ganar este año en Prat. De miércoles de invierno, pero con esta afición fiel. Nuestro patrimonio.

El viernes, no fue una celebración. Fue un respiro. Un alivio. Una heridas que, por fin, cicatrizaron para hacernos, si cabe, todavía más fuertes. Somos el Breo.