Cruyff explica a Cruyff

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

CEDIDA

Reseña de la auobiografía de Johan Cruyff, una de las grandes leyendas de la historia del fútbol

31 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No hace mucho tiempo, en una conversación entre Valdano y Johan Cruyff para un programa sobre la figura de Messi y su fútbol, el argentino decía de su compatriota: «Necesita cómplices cercanos». Y el holandés apostillaba: «Amiguitos». Ese tono inconfundible, si bien no tan coloquial, está presente en 14. La Autobiografía. Al leerla, parece que estuviese sonando su voz de fondo, a pesar de que, lógicamente, no es una transcripción literal de la particular manera de expresarse que tenía el holandés. Solo se permite una licencia, cuando entrecomilla tres palabras: «Gallina de piel».

Quienes esperen una sucesión de anécdotas y vivencias trasladadas al papel en primera persona por alguien que como jugador y entrenador dejó en el fútbol la huella de quienes flirtean con la genialidad, quizás se lleven una decepción. Sin embargo no saldrán defraudados. De todo hay en la autobiografía, pero impera un tono más reflexivo y analítico que el meramente descriptivo. Y quizás a más de uno le cambie la percepción acerca de un holandés que hizo de la lógica un norte y que entendió la vida como el fútbol, siempre con el anhelo de aprender y progresar, sin circunloquios.

Johan Cruyff hace un repaso por toda su trayectoria, desde que era un niño que vivía pegado al estadio del Ajax hasta sus últimos días. Toca todas las etapas, como jugador, como entrenador, como consejero y como alma máter de la fundación que lleva su nombre. También pasa por los clubes en los que jugó: el Ajax de Amsterdam, el Barcelona, Los Angeles Aztecs, los Washington Diplomats y el Feyenoord de Rotterdam.

A través de las más de trescientas páginas son también múltiples las referencias a nombres propios de primera línea como Rinus Michels, Pep Guardiola, Neskens, Gárate y un largo etcétera de jugadores, entrenadores y dirigentes con los que compartió su vida alrededor del fútbol.

El epílogo lo pone Jordi Cruyff, días después del fallecimiento de su padre. Y lo hace siguiendo los deseos de su progenitor, con la única idea de completar el dibujo de alguien inimitable y agradecer el cariño que recibió el propio Johan y toda su familia en los momentos más delicados.