Ramón Arroyo: «Todos necesitamos un 'ironman'»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

DEPORTES

Con esclerosis múltiple desde el 2004, el deportista corre para seguir adelante. «Rendirse no es una opción» es el libro de su vida, una historia que llegará al cine en otoño

12 nov 2019 . Actualizado a las 19:28 h.

«Yo era un superjecutivo de pacotilla, de avión en avión», dice Ramón Arroyo (Bilbao, 1971), hasta que hace doce años empezaron a caérsele los pitillos de las manos. Esta semana está de gira por Galicia para presentar su Rendirse no es una opción. «Es un libro autobiográfico, con sus claros y muchos oscuros», resume el hombre que fue capaz de ponerse rufo con la esclerosis múltiple y llegar a correr maratones y hasta un ironman. Su vida, en el rostro de Dani Rovira, llegará a la gran pantalla en noviembre con 100 metros.

-¿Cómo se encuentra?

-Bien. He pasado dos años complicados, pero parece que el nuevo tratamiento empieza a hacer efecto.

-¿Dos? ¿No lo diagnosticaron en el 2004?

-Sí, y como ocurre en la mayoría de los casos, fue por descarte. Primero pensaron que era un ictus. Tenía 32 años y me bloqueé. No sabía nada de esta enfermedad. Caí en shock y al principio mi reacción fue de negación absoluta. Pero cuando le das la espalda a esta enfermedad, te acaba dando una colleja. Me hundí.

-¿Cómo se sale del pozo?

-No pasa de un día para otro. En el 2007 nació mi hijo el mayor. La gota que colmó el vaso fue una noche de insomnio y angustia. Me puse a mirarlo, porque ver a un niño dormir es como mirar el mar. Creo que no fue casual, se giró y sacó el brazo entre los barrotes de la cuna, como si me estuviese tendiendo la mano. ¡Y era yo el que tenía que echarle una mano, ayudarlo! Nadie tiene culpa de padecer esclerosis, pero este niño menos. Y yo ya no podía cogerlo en brazos. Me di cuenta de que no puedo cambiar la enfermedad, pero sí cómo la llevo.

-¿Qué hizo?

-Lo primero, pedí ayuda. Acepté todos los consejos y probé de todo, yoga, psicólogos...

-¿Y lo de echarse a correr?

-Pensé que si mi cuerpo estaba fuerte, no iba a evitar los brotes, pero igual los encajaba mejor. El médico dijo que no recorrería 200 metros. Y me hice un runner, entre la puerta de casa y la boca del metro, unos metros, como si fueran 42 kilómetros. Poco a poco fue a más, y como siempre, se me fue de las manos... Me enganché. Ocho meses después, mi cuñado me dijo que había una carrera popular en el barrio, y allí me fui.

-De ahí pasó al triatlón.

-Ya hacía maratones y un compañero del club que sabía de mi enfermedad me recomendó que compaginase con natación y bici para trabajar otros músculos, el equilibrio... Terapéuticamente me iba a ir mejor.

-Así acabó haciendo el «ironman» de Barcelona en el 2013, doce horas corriendo, nadando y pedaleando.

-Eso se precipitó por la necesidad de dar a conocer otras realidades de la esclerosis que no fuese la de la silla de ruedas y los grandes discapacitados. Que lo es, pero hasta un 70 % de los afectados no tienen esas dificultades tan grandes.

-De todo esto habla en su libro. ¿Cómo surgió?

-En uno de los tratamientos en el hospital. Aquello parecía un campeonato de escleróticos, a ver quién lo era más. Llegó un muchacho recién diagnosticado y, después de oír otros testimonios de dolor, la enfermera me pidió que le diese yo mi visión. Le hablé de correr, de que no permitiese que nadie le dijese que no iba a ser capaz. Salí y le di vueltas... le echamos la culpa a los médicos, a la vida, hasta al Gobierno, pero ¿y qué hago yo? Quería llegar a algún chaval como el del hospital y me surgió la oportunidad de escribir el libro. No la iba a dejar pasar.

-¿Ahora? ¿Qué será lo próximo?

-La enfermedad, que durante un tiempo me ha tratado bien, sigue su curso. He cambiado las distancias y el tiempo. Si antes andaba en bici cinco horas a 30 por hora, ahora hago dos y no miro la velocidad. Cuando hablo de deporte, hablo de actividad, de adaptarte a tu situación. Ahora tengo un nuevo ironman. Todos necesitamos un ironman. Y no tiene por qué ser un maratón. Hay que buscarse algo, un proyecto, una afición que te ayude a sobrellevarlo, y no solo desde el punto de vista físico. No saber si en un año estarás en silla de ruedas es duro para ti y para los que te rodean. No es fácil vivir con nosotros. Ninguna persona cuerda es capaz de llevar esta enfermedad, como otras muchas, sola y sin volverse loca. Siempre digo que hay que pedir ayuda, y hay especialistas para ello.