Otra vez Zamora

Rocío Candal
Rocío Candal DIARIO DE UNA FUTBOLISTA

DEPORTES

07 mar 2016 . Actualizado a las 21:30 h.

Era un sábado, de primavera, lo recuerdo como si fuera hoy. Nos preparábamos para la última batalla del año. Ya no había vuelta atrás, era un todo u nada. Tocar el cielo y cumplir con lo encomendado, o caer al infierno y pensar en lo injusto que había sido el curso con aquella pandilla. Lo teníamos en la palma de la mano, estábamos a un peldaño; un último esfuerzo y aquello era nuestro. Nadie dudaba, solo había un bisílabo temido: nervios. Tan simple como incontrolable e independiente.

Recuerdo aquel viaje previo como si fuera ahora mismo y aquel vestuario como si fuera el nuestro de cada entreno. La grada, el aparcadero, el hotel, el comedor? Seguro que este fin de semana volvemos y está todo igual, pero ya nunca más lo veremos así. Jamás volverá a ser un campo cualquiera, será el de la permanencia, o mejor aún, el de las sensaciones. Porque casi ni nos dio tiempo a bajar del autobús y ya estábamos temblando. Se me eriza la piel solo de pensarlo. Porque el fútbol es una magia. Una magia que debilita y engrandece. Eleva al más pequeño y lo convierte en un súper héroe. Por un día, por una tarde, por una noche... Da igual, mientras dura parece eterno. Y aquel domingo lo fue, por eso perdurará por siempre en nuestras vidas. Más que la victoria, más que los goles y más incluso que la salvación. 

Ver a gente salir temblando de un vestuario está por encima de cualquier resultado. Ganar gana cualquiera, lo complicado es provocar una sinergia positiva entre una tía de veintiocho tacos y otra de quince. Ponerles la misma zamarra y que, en silencio, sus miradas digan más que cualquier palabra. Que conecten, que hablen los abrazos y las sonrisas... Miradas de complicidad, bromas nerviosas, cosquilleos en el estómago... Ni un solo síntoma de debilidad, pequeños gestos silenciosos que gritan más que cualquier chillido.

Porque no habrá mar, ni temporal, que pueda erosionar tantos recuerdos. El domingo, en el escenario de la magia, -por mí y por todos mis compañeros-.