El adiós de un grande y la incógnita de Nadal

Óscar Burrieza

DEPORTES

17 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quién no ha deseado en algún momento retroceder en el tiempo y revivir momentos especiales. En mi caso uno de ellos sería el Open de Australia de 1997, a pesar de que hubo un final duro y accidentado. Hace ya 20 años alcancé el cuadro final en Melbourne y cumplí uno de mis sueños, ser el primer gallego que competía en el cuadro final de un grand slam. Aquel año superó también la previa sin hacer demasiado ruido un niño de 15 años, rubio, bajito y con cara de pillo.

Aquello consideró una hazaña dentro del vestuario, el más joven de la historia en conseguirlo. Meses más tarde, aquel niño se convertiría en el jugador más precoz en ganar un torneo ATP. Solo tenía 16 años cuando ganó en Adelaida derrotando al mismísimo Agassi en las semifinales. Desde ese instante todo el mundo creyó que aquel niño tenía todas las papeletas para ser número 1, como ocurrió solo unos años después, rompiendo otra marca. Tres récords que difícilmente serán batidos. Tuve la suerte de jugar contra él y comprobar su enorme capacidad competitiva. Ocurrió en Singapur en 1998. Empecé ganando 4-0 jugando a un gran nivel pero con la sensación de ir al límite. Mi rival, aunque enfadado por ir perdiendo, parecía saber que aquello cambiaría. Era tal su confianza que, a mi mínimo bajón, se acabó el partido. Sentía que estaba jugando bien pero la mayoría de puntos caían de su lado. Unos minutos más tarde me estaba duchando con 7-6, 6-0.

Lleyton Hewitt fue el precursor y, seguramente, uno de los mejores espejos que ha tenido Rafa Nadal. No recuerdo a dos jugadores con tanta pasión, amor propio, carácter y capacidad de lucha como ellos. De no ser por la gran diferencia de temperamento entre uno y otro, diría que, en muchos aspectos, son una calcomanía. Pocos tenistas podrán decir el día que se retiren que se han vaciado absolutamente. Lleyton y Rafa sí podrán hacerlo.

Éste será el último torneo de Hewitt, y la primera batalla la lidiará contra una promesa australiana, James Duckword. El nuevo capitán de Copa Davis no regalará ni un punto a su potencial pupilo y nos deleitará con una despedida a lo grande.

El tenis lo echará de menos. Como también ocurrirá, y aún de forma más importante, el día que se retire nuestro Rafa. Nadal es una incógnita esta temporada. La paliza ante Djokovic no ayuda a pensar que recupere a corto plazo el trono mundial. Qué parte está provocada por la subida de nivel de Nole y qué tanto por el bajón de Rafa es algo que no se sabe, porque no se puede medir. De momento sigue lejos del serbio. Sí creo que en Melbourne hay varios elementos que pueden ayudar al español. El calor, una superficie que aporta un bote alto de la pelota y la ilusión de inicio de temporada favorecen a sus articulaciones, estilo de juego y mentalidad.

Para comenzar, Fernando Verdasco. ¡Vaya partidazo! Todos recordamos aquella semifinal del 2009, uno de los mejores partidos de la historia del tenis. Y quizás, tal y como empezaba este escrito, Fernando deseará retroceder en el tiempo para visualizar aquel encuentro y recuperar el instinto y la determinación con la que jugó aquel día. Si gana Rafa, confío en que haga un gran torneo, eso sí, ganar a Djokovic hoy en día son palabras mayores. Ojalá lo consiga.