La estrella de la NBA firma un contrato de por vida con Nike y será el deportista mejor pagado
09 dic 2015 . Actualizado a las 17:12 h.En un rincón de los más de nueve mil metros cuadrados que ocupa su casa, Lebron James (Akron, Ohio, 1984) guarda con mimo La clave del éxito, el libro de Malcolm Gladwell que analiza cómo un producto pasa de pronto a ser un fenómeno de masas. Es uno de sus libros favoritos. Quizás él se ve reflejado en el volumen de 336 páginas. Porque, hoy por hoy, Lebron es oro. Su nombre, sus gestas sobre el parqué, arrastran a millones de seguidores por todo el mundo. Tanto es así que se ha convertido en el primer jugador que firma un acuerdo comercial de por vida con una marca. Nike, con la que ya mantenía una vinculación desde antes de que accediese a la mejor liga de baloncesto del planeta y que ha reportado a James 90 millones de dólares (82,7 millones de euros) en nueve años, ha decidido convertirlo en su hombre franquicia. Algo inédito. Que no había ocurrido ni siquiera con Michael Jordan. Este nuevo contrato superará los 300 millones de dólares (275,8 de euros) por 10 años que Kevin Durant consiguió el año pasado. Y lo catapultará, según estima Forbes, al primer puesto de la clasificación de los deportistas que más dinero ingresan cada año. Una lista en la que ya ocupaba la sexta posición, con 64,8 millones de dólares (59,5 de euros).
Sobre la pregunta que trata de responder Gladwell en su libro, es complicado imaginar cuál fue ese momento mágico que propició que un chico de barrio, criado por una madre adolescente que lo tuvo cuando solo contaba 16 años y al que su padre, alcohólico, abandonó, se transformó en una máquina de fabricar dinero. Tal vez, el instante decisivo fue cuando se entrenador en el colegio, Frank Walker, descubrió que Lebron empezaba a descuidar sus estudios. Que el ambiente familiar que rodeaba a un niño con unas cualidades físicas sobresalientes para el deporte había comenzado a descentrarlo. Entonces el entrenador le propuso a Gloria, la madre de Lebron, que el crío se mudase a vivir con Frank, su mujer y sus tres hijos. A Gloria, que en aquella época tenía como pareja a un convicto por tráfico de cocaína, la idea le pareció acertada. Y en el calor de un hogar estructurado, Lebron inició su camino hacia la gloria. A cada paso que daba, su talento pulverizaba récords.
Incluso era capaz de compaginar con acierto el fútbol americano y la pasión por la canasta. Su altura, musculatura y capacidad para leer el juego lo convertían en algo sobrenatural. De hecho, antes del 2003, cuando con 18 años los Cleveland Cavaliers lo eligieron como primera opción en el draft, a James ya se le conocía bajo el sobrenombre de The Chosen One (El elegido, en su traducción al español). Eran sus últimos días en el instituto Saint Vincent-Saint Mary High School, al que lanzó a la fama en Estados Unidos y en el que conoció a Savannah Brinson, la mujer que lo ha acompañado en su ascenso hasta la cima y con la que tiene dos hijos.
Poco antes de ser elegido por los Cavaliers, selló con Nike el contrato de 90 millones por nueve temporadas. Días después mandó construir en el municipio de Bath, a un cuarto de hora de Akron por la autopista interestatal 77, la que une Ohio con West Virginia, su mansión de nueve mil metros cuadrados. Esa en la que, de vez en cuando, le gusta sentarse a releer a Gladwell y por la que corretean LeBron James Júnior y Bryce Maximus James. Ahora, después de que su padre extendiese su vinculación con la compañía de Oregón hasta el final de sus días, herederos de una de las mayores fortunas del deporte. Durante la casi una década que duró el primer contrato, Nike diseñó 13 modelos de zapatillas de Lebron James. Las ventas superaron los 400 millones. Un registro sin parangón.