El defensa central del Lesende terminó con la maldición del equipo que llevaba once penaltis fallados en los últimos dos años
19 oct 2015 . Actualizado a las 08:35 h.No había forma. Cuando un jugador del Lesende, del municipio coruñés de Lousame, se ponía en el punto de penalti, era como si la portería encogiese. Introducir la pelota entre los tres palos era una misión imposible. El conjunto barbanzano llevaba once penas máximas falladas. La última que anotaron fue en noviembre del 2013, hace casi dos años. Pero la pesadilla ya es historia. El defensa central y segundo preparador, Kacho, acabó con la maldición y hace dos jornadas transformó el castigo con que fue favorecido ante el Sigüeiro.
El calvario para los lousamianos comenzó cuando el conjunto que entrena José Manuel Lago, Sil, estaba peleando por el ascenso a Primera Autonómica en la temporada 2013-2014.
El último tiro desde los once metros que anotaron fue ante el Oleiros. La mala racha comenzó en casa ante el Sar. Era el primer partido de la segunda vuelta, en enero. Falló Beni, uno de los especialistas del equipo. A partir de ahí, como si de una maldición se tratase, empezó un auténtico calvario en el que ponerse delante del balón no era tarea fácil para los jugadores.
Esa temporada el Lesende consiguió el ascenso de categoría de forma brillante. Hasta que terminó el torneo ese año se dejaron en el camino cinco penaltis errados. Beni no anotó el siguiente por lo que a partir del segundo, asumió la responsabilidad Fran, otro gran lanzador que hasta ese momento no había fallado ninguno en los equipos en los que había estado.
Pero la pesadilla ya pesaba en las botas de los lousamianos. El jugador fue incapaz de anotar alguno de los cuatro tirados. Fueron cinco esa temporada.
Misión imposible
El Lesende acababa de hacer historia. Era equipo de Primera. Pero el problema desde los once metros continuaba. Daba igual que fuese oficial o amistoso. Imposible batir al arquero rival.
En la primera vuelta en la nueva categoría, los colegiados habían pitado cuatro a su favor. Era un sueño hacer gol. La racha continuó y fueron once penaltis y ninguno anotado.
Sil estaba convencido de que era un problema psicológico pues «cada vez que nos pitaban un os rapaces xa nin se asomaban». Pero lo que más sorprendía al técnico es que iban «ben tirados, pola escuadra e fortes pero os porteiros facían grandes paradas. Non había forma».
Cuando el colegiado decretaba un castigo a favor «escoitábanse todo tipo de rumores dende a bancada que poñían máis nerviosos os xogadores».
Era casi imposible perforar la portería contraria desde el punto de castigo. Pero al final todo se acaba y el Lesende ya sabe lo que es conseguir un gol de penalti dos años después y once tiros. El entrenador tenía muy claro que el lanzador debía ser un recién llegado. Kacho no falló. Acabó con la maldición de los penaltis y ya no tiemblan las piernas.