La española es la primera europea que consigue ganar dos veces el Mundial de bádminton
17 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.No fue un espejismo. Es Carolina Marín, una deportista irrepetible que nació en Huelva y que derriba barreras por el mundo. Gracias a su ambición, a su calidad y a su capacidad de trabajo conquistó por segunda vez el Mundial de bádminton, algo que hasta ahora solo habían conseguido tres volantistas chinas. Un año después de acudir al campeonato como una aspirante más allá del top 10 redobló su dificultad y venció como número 1 del ránking a quien le sucederá en el puesto desde enero, la india Saina Nehwal, por 21-16 y 21-19 en una final que duró una hora.
En el partido decisivo la española aplicó sus mejores características. La zurda que es capaz de combinar en un mismo golpe una suavidad de guante de seda y la fuerza de un puño de hierro superó a Nehwal, aspirante que había ganado a Marín en tres de sus cuatro enfrentamientos. En dos sets la andaluza ascendió de nuevo a lo más alto del podio, el único lugar que había visualizado en su camino. Las dudas de los primeros partidos, el pie que se le dobló en el segundo encuentro, los enfados con los árbitros y la presencia en la grada de David Cabello, el presidente de la Federación Española de Bádminton, con el que se enfrentó por el reparto de patrocinios, se esfumaron de su mente en el último día de la competición. La onubense se concentró y en dos horas recogió el fruto de su trabajo.
El triunfo de Marín en un deporte dominado por jugadoras asiáticas es también la victoria de un método y el ojo clínico de Fernando Rivas. El técnico reclutó a la andaluza cuando era una adolescente para el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y la pulió conforme a un sistema novedoso en el bádminton. La atleta no solo aprendió a cambiar los golpes de su zurda sino que también memorizó los puntos fuertes y débiles propios y de sus adversarias para cada partido mientras afrontaba la mudanza y el divorcio de sus padres. De esas horas de juego y de estudio surgió una figura meteórica que desde el puesto 11 del ránking ganó su primer Mundial en el 2014.
Hoy, Carolina Marín es la número 1 del circuito, la mejor jugadora del planeta. Las rivales desconocen qué estrategia empleará en cada partido contra ellas y eso destroza cualquier tipo de preparación. En la semifinal optó por el juego lejano y los puntos largos; en la final se adelantó y desde la red sorprendió a la India. «La clave ha sido no venirme abajo», dijo Carolina sobre el segundo set, donde tuvo que superar seis puntos de desventaja de Nehwal. «Pensé en lo que tenía que hacer, en mejorar y en disfrutar del partido».
La española ha forjado su carácter en el espejo del tenista Rafael Nadal. Mimetiza rutinas del balear y repite gestos para trasladar su ambición al terreno de juego en un procedimiento establecido por el psicólogo del Consejo Superior de Deportes, aquel ante el que lloró al llegar a Madrid y dedicarle su primer oro. «Somos los mejores del mundo y les quiero dar a ellos las gracias, porque gracias a ellos estoy donde estoy», recordó después del torneo para compartir gloria con Rivas y Del Río.
Pero la gloria de Marín no se debe sólo a su entrenador y a su psicólogo, a los que ella siempre destaca como pilares, sino a su determinación, perseverancia y calidad. «La clave ha sido no venirme abajo en el segundo set, pensé en lo que tenía que hacer, en mejorar y en disfrutar al máximo».
