Tratar de hacer comprender al espectador la debacle que sufrió ayer el tenis español en Rusia es complicado
20 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Tratar de hacer comprender al espectador la debacle que ayer sufrió el tenis español en Rusia es tremendamente complicado. Principalmente porque la Copa Davis es diferente al resto de competiciones. En ella influye de manera determinante el factor campo, el poder jugar frente a tu público -España lo sabía a la perfección en el 2000-. Como local, se buscan todos los condicionantes para incomodar a tu rival. Así, se usa la pista que menos favorece a las condiciones de sus jugadores, se reúne a la afición más bulliciosa, se crea, en definitiva, las condiciones para que nombres perdidos en el ránking mundial puedan destronar a algunos ilustres.
Por otro lado, está el especialista en Copa Davis. Es ese tipo de jugador que se crece ante la responsabilidad de defender a su país. Sabe que le puede llegar su momento de gloria y se exprime hasta el límite. Donskoy fue ayer un claro ejemplo. Otros, en cambio, se desinflan cuando sienten ese peso sobre sus hombros.
Y, en tercer lugar, la derrota de España ante Rusia tiene mucho que ver con la improvisación. Conchita hizo su selección cuando ya no había prácticamente tiempo para preparar nada. Reclutó a jugadores cuando el viaje ya estaba listo para otros. Y, con todos estos factores, se entiende que jugadores como Robredo y Andújar, situados en la clase noble del tenis mundial, perdiesen ante contrincantes con mucho peor ránking.
Pero, dicho esto, el naufragio de España en Vladivostok no se entendería sin echar la vista atrás, sin mirar hacia San Paolo, cuando Carlos Moyá no logró convencer a ninguno de los grandes tenistas (Nadal, Ferrer, Verdasco, Feliciano,...) para que acudiesen a pelear por salvar la categoría en el grupo mundial y se descendió frente a un rival también inferior.
Y es que tiene razón Nadal, la federación necesita mucho más a los jugadores que los jugadores a la federación. Y se han echo muy mal las cosas en la federación en los últimos tiempos. Solo así se comprende que en esta era de bonanza se hayan perdido casi 20.000 licencias y que, pese a los ingresos millonarios que generaron los cinco triunfos en Copa Davis, no se haya consolidado un relevo generacional para quienes llevaron a España a la cima. El desastre viene de lejos.