Aguanta la presión de Mickelson y Rose y bate un nuevo récord en Augusta
12 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Un 7 de abril del 2011, a un mes de cumplir 22 años, Rory McIlroy finalizó su primer recorrido por el tapete del Augusta National Golf Club con siete golpes bajo el par del campo. Al día siguiente, firmó una tarjeta de 69 golpes, otros tres que le ganó al legendario recorrido americano. El sábado prosiguió con su asalto a la «Chaqueta Verde», arañó otros dos golpes. Y se plantó el domingo con una ventaja sustancial de cuatro por encima del resto. Antes de coger el drive en el hoyo uno, algunos desde el público ya se imaginaban a Phil Mickelson -ganador de la edición anterior- cumpliendo con la tradición y ajustándole cinco horas más tarde la mítica prenda sobre los hombros. Pero incomprensiblemente, aquel último día, un jovencísimo McIlroy se desmoronó. No aguantó la presión y batió el récord de la peor tarjeta para un líder en un major: 80 golpes, ocho sobre el par. Aquel año, el sudafricano Charl Schwartzel acabó ganando en Augusta.
Ya no será necesario un desfallecimiento tan abultado como el de McIlroy para dar caza a Jordan Spieth, quien, de todos modos, acaricia el Masters después de enjugar los nervios en los últimos hoyos donde el empuje de unos sobresalientes Phil Mickelson y Justin Rose le hizo titubear. El texano rebajó el récord de Augusta de menos golpes en tres rondas (200, 16 bajo el par), que mantenían Raymond Floyd (1976) y Tiger Woods (1997), con 201, y alcanza la jornada definitiva con esos cuatro golpes de ventaja con los que en el 2011 se plantó McIlroy, disparado también con 21 años hacia un grande por el que cualquiera suspira en su palmarés.
Con un campo receptivo, húmedo y soleado, que propició las exhibiciones de Mickelson, Rose, McIlroy y un revitalizado Tiger Woods, a Spieth solo se le paralizó el cuerpo en el hoyo 17. Justin Rose acababa de sumar cinco birdies -uno antológico desde el bunker en el 16- en los últimos seis hoyos. Y Mickelson, al zurdo cuando le entra la inspiración es como un martillo, había cerrado su vuelta en cinco bajo par. Entonces a Spieth, ya para bogey, se le atragantó un putt de apenas dos palmos. El gesto de contrariedad fue tremendo. Se quedó bloqueado. Y a punto estuvo de pagarlo en el 18. Su salida desde el tee se marchó a la derecha de la calle y se coló entre el público. Cuando vio volar la bola, el norteamericano lanzó un aviso repleto de rabia. Luego pudo enderezar la situación y acabar el 18 en el par.
Lo tiene de cara, pero Jordan Spieth también siente el aliento en el cogote.