Ricky marca la diferencia

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

CRAIG LASSIG | EFE

Desde que volvió de la lesión ha transformado a los Wolves en un equipo de «playoff»

09 feb 2015 . Actualizado a las 11:28 h.

Un día, cuando ya empezaba a soñar con triunfar manejando un balón de baloncesto y se pasaba horas y horas sentado frente al televisor viendo vídeos de Michael Jordan, Ricky Rubio (Barcelona, 1990) se acercó a su madre, Tona Vives, y le soltó: «Quiero ser negro». El mimetismo con quien fue su referente desde que era un crío no llegó a tal extremo, pero el base de El Masnou ya puede decir lo que se siente cuando una afición de la NBA te venera como a una estrella. Tres meses y 42 partidos después de lesionarse contra Orlando al principio de la temporada, Ricky regresó al parqué hace poco más de una semana. Después de varios partidos de rodaje, en los que dejó algunos destellos de los que han sido los principales recursos durante su fulgurante carrera -con 20 años ya había ganado todos los títulos posibles en el baloncesto europeo-, explotó frente a los Memphis de Marc Gasol.

Se marchó al vestuario durante el último cuarto cuando los Minnesota Timberwolves apretaban para evitar una nueva derrota. Había sentido molestias en el tobillo izquierdo, el de la lesión, ese que, según le confiesan los médicos, le obligará a jugar con dolor durante algún tiempo. Regresó bajo una atronadora ovación con algo más de cinco minutos por jugarse. A falta de 1.47 para la conclusión en el electrónico un preocupante 80-87. Pero entonces emerge el mejor Ricky, el que ha estado ejercitándose jornada tras jornada con Mike Penberthy, el entrenador de tiro de los Wolves, para limar una de sus grandes carencias, la eficacia en el lanzamiento. Triple de Rubio. Intercambio de tiros libres (85-89). Tras un fallo de Conley, los Wolves recuperan la posesión. Triple de Rubio. En la siguiente posesión, su defensa fuerza una pérdida y le acaban haciendo falta. Dos tiros libres dentro (90-89). Final. El público enloquece. «¡Rubio!, ¡Rubio!, ¡Rubio!». Como solía ocurrir a principios de los 90 cuando Jordan, su ídolo, saltaba al Chicago Stadium o el United Center.

«Él marca la diferencia», explicaban sus compañeros poco después de abandonar la cancha. Los números alimentan esta percepción. Desde que Ricky Rubio se recuperó los Wolves han jugado siete partidos con un balance por encima del 50% de victorias (4-3), lo que les llevaría a estar en disposición de jugar el playoff por el campeonato. Sin el español, el conjunto de Flip Saunders había firmado un paupérrimo 6-36.