El triunfo de la ambición metódica

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

13 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No hubo sorpresas en la gala del Balón de Oro y ganó el favorito, el que más méritos acumuló durante el año 2014.

De Cristiano Ronaldo no caben esperar genialidades como las de Messi o Ibrahimovic, futbolistas de pincel y genialidad. Tampoco novedades como las que puede aportar el portero Neuer con su buen juego de pies (el tiempo dirá si también es capaz de rendir al nivel de los mejores Buffon o Casillas en el área).

El portugués no es un futbolistas que entre por los sentidos. A veces le sobra un punto de arrogancia que no le ayuda en nada. Y esos enfados con sus compañeros cuando no le llega el balón como cabía esperar tampoco dicen mucho en su favor, porque el fútbol es un deporte de equipo. Pero, a pesar de todos los pesares, ha sido el mejor de 2014, porque nadie compite como él.

El suyo es el triunfo del método, el de un atleta que se cuida y no descuida un solo detalle, el de un delantero que vive para el fútbol y lo vive con una ambición desmedida, si es que a las ansias por ganar se les puede aplicar una escala. Siempre quiere más, jamás se conforma, lo mismo se enfada en un amistoso que en un partido de altos vuelos. Esa voracidad es la que más lo distingue y lo identifica, la que lo sitúa entre los más grandes.

Da la impresión de ser uno de esos tipos que dice lo que piensa, y no es fácil en un universo en el que manda más lo políticamente correcto. Pero, si gestionase sus ansias con un poco más de tacto, su dimensión sería todavía mayor. El grito con el que cerró su discurso tras recibir el trofeo...

Si vale el paralelismo con el baloncesto de la NBA, estaría a medio camino entre Kobe Bryant y Michael Jordan, dos excepcionales jugadores y dos maneras de entender el liderazgo. Está a tiempo.

Cristiano Ronaldo ganó con amplió margen una elección en la que la mercadotecnia le ha comido el terreno a la esencia del fútbol. Interesan más la polémica y el glamur que la pelota.

Antes de que concluyese la ceremonia, antes incluso de que se conociese el resultado de las votaciones, Messi ya se había convertido en el centro del debate. La cara de cartón con la que recibió los elogios de Luis Enrique y la sonrisa que esbozó cuando el emisor era su amigo Pablo Aimar, o el hecho de que sus votos a los mejores entrenadores fuesen para Sabella, Guardiola y Mourinho están dando mucho de qué hablar. El fútbol no lo es todo en el Balón de Oro.