Antoine Walker, la vida evaporada en un suspiro

Antón Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Lexington Herald-Leader

El exjugador de la NBA Antoine Walker, eje de un documental donde explica cómo acabó arruinado tras gastarse los 93 millones que generó en su carrera

10 dic 2014 . Actualizado a las 15:48 h.

Todo saltó por los aires cuando en el verano del 2009 los cheques sin fondo se acumulaban en tres conocidos casinos de Las Vegas, el Caesars Palace, Planet Hollywood y el Red Rock Resort. Entonces Antoine Walker (Chicago, 1976) despertó del sueño en el que se había sumergido en 1996 cuando tomó la decisión de abandonar la Universidad de Kentucky, con la que se había proclamado campeón de la prestigiosa Liga Universitaria de Estados Unidos (NCAA), para acabar en los Boston Celtics. Allí, junto a Paul Pierce -que llegó a la franquicia en 1998-, formó una de las parejas más letales del baloncesto mundial. Con 33 años y unos meses después de no encontrar un equipo para seguir su camino en la NBA, Toine se tropezó con una descorazonadora realidad. Tras haber generado 115 millones de dólares (aproximadamente 93 millones de euros) durante 12 temporadas en la élite, estaba en la ruina. No solo no tenía dinero, sino que debía 15 millones de dólares (12 millones de euros) y el valor de sus propiedades solo cubría una quinta parte de este agujero.

«Cuando te enteras, lo primero que te preguntas es: ?¿Cómo ha podido suceder??», asegura el jugador cada vez que hace una aparición pública para explicar su caso. «Me costó mucho tiempo asimilar lo que había pasado y recuperar la fuerza necesaria para atravesar la humillación de contarlo», dice. Pero su historia no es compleja ni nueva, sí llamativa. En ella se despejan con facilidad las incógnitas de la ecuación que describen una bancarrota. Varias mansiones con el primer gran contrato, 140 propiedades inmobiliarias en Chicago adquiridas poco antes de que estallase la burbuja del ladrillo en Estados Unidos, coches -entre ellos un Bentley y un Maybach de 300.000 euros- y relojes de lujo, una tienda de Gucci vaciada por un séquito de cincuenta personas, trajes a medida de un solo uso y champán, litros y litros de champán, para regar los treinta días de fiesta consecutivos que organizó durante unas vacaciones.

Hoy, con su situación financiera por fin bajo control, reside en un modesto apartamento en el centro de Chicago, viaja en transporte público y colabora con los medios de comunicación locales donde opina sobre los partidos de baloncesto. Además, también colabora con la NBA para transmitir su testimonio a los talentos emergentes y así ayudarles a que no cometan los errores que el cometió cuando tenía 19 años y se enfundó la camiseta de los Boston Celtics. Y el año que viene se estrenará el documental donde se desgrana su caída. Gone in an instant (que podría traducirse por Evaporado en un suspiro), un título elocuente que radiografía cómo un alero acostumbrado a las dobles figuras sobre el parqué devoró una fortuna descomunal. Las palabras que Rick Pitino, su entrenador en la época dorada en Boston, pronunció el día en que Antoine Walker acababa de estampar su firma en un contrato de 71 millones de dólares (57 de euros) serían un arranque perfecto para la cinta. «Nunca tendrá que volver a preocuparse por el dinero», dijo entonces.

«Cuando llegas no estás preparado para manejar las enormes cantidades que recibes, haces inversiones sin tener ni idea sobre cómo funciona el mercado», se lamenta el ex All Star y que ganó un título con los Miami Heat ya en el ocaso de su brillante trayectoria deportiva. «Y también te preocupas por ayudar a mucha gente que está a tu alrededor y que luego se esfuma en cuanto desaparece la pasta. Tenía tres teléfonos móviles que no paraban de sonar y ahora... ahora me sobra con uno», apunta Walker.

«No me gustaría que todo lo que soy se resumiese en cómo gasté todo ese dinero. Estuve más de diez años jugando entre los mejores, trabajando cada día como el que más. De todos modos, no estoy avergonzado de haber gastado mi fortuna. No miro hacia el pasado. Ya solo aspiro a conseguir una jubilación para poder ver crecer a mis hijos y a mis nietos», subraya el exjugador, cuya experiencia encaja al milímetro con un estudio que cifra en cerca de un 60 % el número de deportistas de alto nivel que se arruinan cinco años después de apuntarse al paro.