Fueron tiempos prodigiosos. Vivimos lo que nunca habríamos imaginado y no estábamos preparados para semejante desastre. Quien más, quien menos, sabía que España volvería a reencontrarse con el fracaso. Pero nunca imaginó que la campeona del mundo no iba siquiera a competir.
Y es lo que sucedió, que la selección fue inferior a sus rivales, que solo marcó un gol y de penalti injusto. Sus defensas fueron sometidos, su portero estuvo negado, el delantero cayó en la vulgaridad y los medios centros serán difícilmente empeorables en este Mundial. Ha sido, en definitiva, una caída descomunal. Un fracaso en toda regla que debe dar paso a un cambio muy profundo.
Quizá sea esa la discusión de ahora, si Brasil debería haber sido ya el escenario de una nueva España. Si Vicente Del Bosque tendría que haberse dejado de sentimentalismos confeccionando una selección con más energía y menos jerarquía.
Sin duda, los Casillas, Piqué, Azpilicueta, Jordi Alba, Alonso, Busquets, Diego Costa, Javi Martínez y Pedro no estuvieron a la altura de una cita que exige lo máximo en cada partido y que ha retratado a unos futbolistas que están a caballo entre el agotamiento físico y el declive de sus carreras.
Toca la reconstrucción y confirmar si definitivamente Del Bosque quiere seguir siendo el director de un grupo que lo fue todo y que, como dijo Iker Casillas, no se merecía acabar así.