Deslumbró en aquel Real Madrid Castilla que hace tres temporadas regresó por la puerta grande a la Segunda División. En el filial del club blanco compartió vestuario con Carvajal, Nacho o Morata, juntos se distinguieron como las perlas de la Fábrica -el nombre con el que se ha bautizado a la cantera de Chamartín-. Bajo las órdenes de Toril fortaleció sus señas de identidad, las mismas que lo habían encumbrado en las categorías inferiores del Celta. Ensanchó su olfato para el gol y su determinación en las inmediaciones del área.
-¿Qué es lo que siente cuando consigue un gol?
-No lo sé... [Duda unos instantes]... Es la culminación de todo el trabajo. Esa descarga de adrenalina te hace olvidarte de los malos momentos que pasamos. Lo compensa todo.
-¿De quién se acuerda?
-De mi novia, que está siempre a mi lado, y de mi familia, que me ha apoyado desde que empecé en el mundo del fútbol.
-¿Cómo le tratan sus vecinos de Silleda?
-Genial. Todos se alegran de que me vayan bien las cosas. Me paran por la calle y me preguntan, aunque casi siempre por el Madrid [vuelve a sonreír].
-¿Y qué le gusta hacer cuando está ahí de vacaciones?
-Son momentos de relax. Estoy con mis amigos de toda la vida y nos juntamos en algún bar para ver los partidos de fútbol. Este año toca Mundial.
-Hablando del Madrid, ¿qué le pareció la décima?
-Me alegré un montón por Nacho, Morata y Carvajal. Se lo merecen de verdad.