El tío y entrenador, a un lado, y el sobrino y pupilo, desde el otro, mantienen una relación estrecha desde que el crío empuñó una raqueta. En Indian Wells, Rafa lo nombró como la persona «más importante» para él.
-Rafa dijo que llegó a aquí gracias a usted.
-No, no. Es por su trabajo, no por el mío. Mi posición es muy fácil, la del que empuja con la palabra; hacerlo es lo difícil.
-Pero será bonito escuchar eso.
-No lo oí. Me lo contaron. Sí, lo es, cuando a uno se le reconoce o dan las gracias. Lo haya hecho bien o mal yo, es un buen síntoma el agradecimiento.
-Lo entrena desde crío. ¿Cambió mucho su relación?
-Es normal. Mi relación cambia como la de padres e hijos. Al principio yo decidía casi todo lo que se hacía. Luego entran mánagers, jefes de prensa... Las decisiones van cambiando y mi aportación es muy diferente. La relación es normal. No es la misma cuando uno se relaciona con uno niño.
-¿La elección de más torneos en tierra se mantendrá?
-El calendario da poco margen para cambiar si quieres estar arriba. Pero la gira americana que hicimos se podría repetir, sí.
-¿Lo ve al nivel de sus mejores días?
-Su nivel ha sido altísimo. Así puede ganar a cualquiera. Y puede perder también con los de arriba, sobre todo con Djokovic, Murray, Federer, Ferrer y Berdych.
-Dice Rafael que en los torneos le duele menos la rodilla. ¿Porque es un animal competitivo?
-Sí, y tiene otra explicación. Al entrenar no tienes la adrenalina disparada ni debes atender a otras cosas. Cuando juegas, estás centrado en ganar el punto, luchar... Es como si te duele una uña y te rompes el pie: la uña se te pasa. Al competir tiene otros problemas.
-La rodilla no le dejó de doler.
-No, no. En Sao Paulo le molestó más y le resultaba difícil jugar; en Acapulco fue mucho mejor, y en Indian Wells fue bien.