Con Guardiola también pasó

Colpisa

DEPORTES

El Barelona no reacciona ante un golpe (el 2-0 de Milán) igual que sucedió en en el último año de Pep tras el 1-0 de Stamford Bridge

03 mar 2013 . Actualizado a las 22:14 h.

Gerard Piqué, que tras perder 2-0 en Milán manifestó que «quizá no somos tan buenos», el sábado, después del 2-1 liguero en el Santiago Bernabéu, confesó estar «sorprendido al ver que tanta gente se baja tan rápido del carro». El central ha pasado de hacer un conato de autocrítica necesaria a sentirse ofendido por la crítica obligada: el Barça del último mes ha pasado a una velocidad de vértigo de rozar la perfección a todos los niveles a parecer un equipo mediocre, con carencias táctica, anímicas y físicas.

Uno de los tópicos más utilizados por los capitanes de la plantilla como Puyol, Xavi o Iniesta, que, eso sí hay que valorarlo, han salido a dar la cara desde que comenzó la crisis, responde a una máxima que a fuerza de repetirla parece cierta: «Este equipo siempre se ha caracterizado por superar los malos tragos». Pero eso ya no vale viniendo de lo sucedido la pasada temporada, cuando una semana trágica de abril dejó al Barça sin Liga ni Liga de Campeones. Tras caer 1-0 en Stamford Bridge ante el Chelsea en la ida de la semifinal europea (18 de abril de 2012), aquel equipo de Pep Guardiola acusó el golpe recibido de perder un partido en el que había creado ocasiones para golear y no se levantó anímicamente.

Tres días después (21 de abril) tenía la oportunidad de apretar la Liga y colocarse a un punto del Madrid en el clásico del Camp Nou que acabó 1-2 y con el conjunto de Mourinho a siete puntos. Y tras el doble palo se quedó sin fuerza mental para remontar al Chelsea en un partido que acabó 2-2.

Diez meses después, la historia se ha repetido. El equipo sigue siendo el máximo favorito a ganar la Liga por la enorme ventaja adquirida, pero en un par de semanas siniestras se ha quedado sin Copa y pocos apuestan por una remontada al Milan en la Liga de Campeones. Ya no está Guardiola, ahora la responsabilidad recae en los hombros de Tito Vilanova, sufriendo en Nueva York por su enfermedad y por no poder cambiar el rumbo a través de las videoconferencias o del teléfono móvil, y Jordi Roura, el hombre que da la cara y se lleva las críticas por cubrir sin apenas experiencia en los banquillos a su amigo del alma.

Pasó en el 2012 y ha vuelto a ocurrir en el 2013. Después del 2-0 en San Siro, y tras remontar sin brillo al Sevilla (2-1), el Madrid noqueó al Barça en el Camp Nou (1-3) para apartarlo de la final de Copa y le doblegó 2-1 en el Bernabéu con sus suplentes multimillonarios (Benzema, Kaká, Modric y Essien), dos canteranos (Morata y Callejón) y un árbitro que no se atrevió un penalti de Sergio Ramos a Adriano en el último minuto.

Pero ni Pérez Lasa se utiliza como excusa en un Barça tan desconocido que ni siquiera hace autocrítica para rearmarse. La fórmula parece agotada ante equipos del nivel de Milan y Madrid; toca cambiar algo porque la sensación de estancamiento es total. El pesimismo se ha instalado en el Camp Nou y para sacarlo de ahí harán falta más que palabras. De momento, tras una serie de resultados tan nefasta, la plantilla tiene dos días de fiesta (domingo y lunes) para airear las neuronas. Tal y como están todos físicamente, se podría haber sugerido un mini stage para recargar las pilas, pero en el Barça los problemas se arreglan de vacaciones.