El entrenador que se ha ganado un ascenso y la eternidad

miguel álvarez LUGO / LA VOZ

DEPORTES

Su apuesta por el fútbol ofensivo le ha llevado a erigirse como un ídolo en Lugo

26 jun 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay un dicho muy antiguo que afirma que la gente que se muda a Lugo llega y se va llorando de la ciudad. En el caso de Quique Setién, posiblemente nunca pensó que los habitantes la población ubicada a orillas del Miño le arrancarían lágrimas de emoción de forma constante. Se trasladó hace tres años para tomar las riendas del equipo de fútbol. Y su semilla ha germinado en el corazón de los aficionados y, en general, de todos los lucenses. Es el último emperador del Ángel Carro.

Corría el verano de 2009 cuando el Lugo anunciaba la contratación de Quique Setién como entrenador. Su nombre era sinónimo de jugador de renombre, de futbolista de calidad que había alcanzado la internacionalidad y trazado una brillante trayectoria en el Racing. No obstante, carecía de aval como técnico.

Conectó con el Ángel Carro desde el primer momento. Su apuesta por el fútbol ofensivo, su carácter dialogante y su personalidad fuerte calaron en la grada, que, poco a poco, fue ganando colorido. El Lugo respondió en el campo al estilo combinativo que propuso Setién. Y los resultados no tardaron en llegar. No obstante, en sus dos primeros cursos en la ciudad, los rojiblancos perdieron gas a medida que avanzó el curso.

El año pasado, en la promoción, el Lugo dejó escapar el ascenso en dos ocasiones. Setién, amante del ajedrez, vio cómo sus piezas se desfondaban en el tramo decisivo. En la derrota y en la tristeza, el Ángel Carro lo mimó. David Porras, entrenador del Alcoyano, contempló emocionado cómo la grada coreaba el nombre del técnico cántabro durante más de cinco minutos cuando el partido del fracaso languidecía.

Humildad

Y la derrota hizo más fuerte a Setién. Con lágrimas en los ojos, despidió el curso 2010-2011. Antes, ya había confirmado su continuidad en un club que solo cambiaría por su amado Racing de Santander. El dinero era seundario, según explicó.

Pese a su brillante trayectoria como jugador, da la sensación que un dragón aún habita en su interior. Es el que dicta que, por motivos que él conoce, jamás alcanzó el máximo de su potencial como futbolista. Es un reproche a sí mismo que le invita a la humildad.

El cántabro, con más hambre, asumió el reto de guiar a los rojiblancos al ascenso. Su creencia en el fútbol combinativo permaneció inalienable. Sin embargo, pulió flecos. El Lugo elevó su tono competitivo, aprendió a defenderse y alcanzó el tramo decisivo de la promoción con una mayor frescura que en campañas anteriores.

Con sufrimiento extremo, los del Ángel Carro se sacaron de encima al Eibar. La fe creció de manera exponencial. Y las tímidas críticas que habían surgido hacia el cántabro cuando, a mitad de temporada, restó protagonismo a Berodia y el equipo encadenó incontables empates, se evaporaron por completo.

El estadio volvió a corear el nombre de Setién con fuerza. Era el líder llamado a devolverle la grandeza al Lugo. Por el camino se quedó el Atlético Baleares.

Y llegó el Cádiz. Admirador confeso de Guardiola, una vez que los andaluces arremetieron contra los rojiblancos, el técnico recogió el protagonismo para proteger a sus jugadores. Al más puro estilo Mourinho. Y la rueda de la fortuna sonrió a los del Ángel Carro en el Carranza.

Aclamado

Durante las tres temporadas que ha permanecido en el cargo de entrenador del Lugo, Setién ha llegado a ser idolatrado. El estadio rojiblanco le dedica un cántico muy especial al cántabro, que no ha podido evitar emocionarse en más de una ocasión por las incombustibles muestras de cariño que recibe. «¡Quique, quédate!» o «Quique Setién, lorololololololó» se han convertido en dos de las melodías imprescindibles de los hinchas.

En la presente campaña, los aficionados han colocado una bandera con el retrato del cántabro, con una corona de laurel, en uno de los fondos. Nunca faltan agradecimientos por haber hecho disfrutar a la grada con su apuesta. Y, en medio de ese calor, el futuro aún no está despejado. Él asegura que está meditando qué hará. El ascenso puede haber abierto una puerta a su continuidad. Pero su entrega en el banquillo le ha lanzado a la eternidad.

Quique Setién técnico del lugo