Ayer se cumplieron 22 años de su trágico fallecimiento
04 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Hubo un tiempo en el baloncesto en que la distancia entre Europa y Estados Unidos se medía en años luz; en los que Yugoslavia y la Unión Soviética eran la luna y solo los elegidos podían pisarla. España fue uno de los que conquistó aquellos castillos prácticamente inexpugnables de la mano del jugador más mediático que ha tenido el baloncesto español hasta la eclosión de la generación de oro (Gasol, Navarro, Calderón, Reyes,...). Bajo el aura de Fernando Martín, esta selección de un nivel alto pudo colarse entre los equipos grandes del panorama mundial en la década de los ochenta y alcanzar la plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, ante Michael Jordan.
Su trágica muerte el 3 de diciembre de 1989, con apenas 27 años, impidió que los aficionados pudieran disfrutar más tiempo del primer jugador español que trascendió más allá de su deporte.
El accidente de tráfico
Fernando Martín pereció en un accidente de tráfico por exceso de velocidad cuando se dirigía a ver un partido de su equipo, el Real Madrid, y que él no podía disputar por unos problemas en la espalda. El suceso conmocionó a un país que perdía a uno de sus deportistas más reconocidos y a un personaje que se había convertido también en una estrella para la prensa del corazón. El pívot transmitía y hacía sentir a los aficionados, que se identificaban con su actitud luchadora e inconformista en la pista.
Después de 22 años, el pívot todavía es recordado por su arrebatadora personalidad, que lo llevó a destrozar barreras sin dejarse avasallar. Siempre hizo lo que quiso cuando quiso, sin permitir que otros marcaran su destino. Al poco de fichar por el club blanco, dinamitó la estructura de jerarquías instalada en el vestuario y, con apenas veinte años, se erigió en el líder de un grupo en el que figuraban nombres de peso como Corbalán, Iturriaga o Romay.
De hecho, en una época en la que la NBA era inaccesible para el resto del planeta, él decidió el momento de probar la mejor liga del mundo y retrasó un año su marcha a Estados Unidos porque le ofrecían un contrato no garantizado, impropio para su categoría. Al año siguiente, se fue a Portland, convirtiéndose en el segundo europeo no formado en un equipo universitario que fichaba por una franquicia americana, tras el gigante búlgaro Georgi Glouchkov.
Su aventura duró solo un año, y estuvo marcada por las lesiones, pero sirvió para derribar las barreras del considerado como mejor baloncesto del mundo.