Gracias al fútbol que todavía le queda, Valerón guió al Dépor hacia un triunfo indispensable. Tras una primera mitad indecente, el canario dio la vida a unos compañeros que durante el primer acto fracasaron con estrépito. El plan de Lotina no funcionó. El equipo no tuvo profundidad, ni remate, ni juego, ni nada de nada. Y enfrente, un Mallorca que se limitó a rentabilizar el inesperado tanto de Webó y al que se le notó la falta de necesidad. Al Dépor, evidentemente, no, que para eso tenía a una afición entregada que le animó sin cesar.
El peso de Valerón en la victoria abre de nuevo el debate sobre el rol del Flaco. Algo lógico por todo lo que significó en la reciente historia del club y que Lotina debería de llevar con normalidad sin dejarse influir más allá de lo que el rendimiento del futbolista le dicte. En caliente, algunos jugadores dijeron que Juan Carlos debe jugar siempre. Un error. Valerón no es un fin, sino un medio para alcanzar victorias. El futbolista que juega a entrenador acaba distrayéndose. Y no está el Dépor para distracciones porque todavía restan ocho encuentros.