El Niño recuperó su puntería y Villa anotó el tanto que le deja a un gol del récord absoluto con la selección
04 sep 2010 . Actualizado a las 03:09 h.Malta glorificó a Rincón y Santillana, Chipre sepultó a Clemente y Liechtenstein resucitó a Torres y encumbró a Villa. Historias mínimas producto de partidos como el de ayer. De un peculiar sistema clasificatorio que acaba en paseos como el de Vaduz.
Si un español aficionado al rugbi quiere ver a Inglaterra o Francia, se compra un billete de avión. Lo mismo hace cualquier forofo del balonmano o del baloncesto que resida en San Marino y pretenda disfrutar del campeón del mundo de la especialidad. Pero si un azerbaiyano se muere por ver al último rey planetario del balompié, basta con cruzar los dedos el día del sorteo. La FIFA se encarga del resto.
Ayer los agraciados fueron los habitantes de Liechtenstein, que pudieron presenciar, previo pago, un rondo de España en el que valía tirar a puerta. 90 minutos y un par de feos plantillazos después, el asunto acabó en unos cuantos detalles de lujo de la medular de los de Del Bosque y una verbena de goles facilitados por una defensa horrorosa y un portero que se tragó dos tantos por su palo, se comió un chut lejano de Villa y regaló cantidad de espacio a su espalda para la vistosa vaselina de Torres.
Para compensar, el meta sacó un par de manos a mano a los delanteros del combinado nacional (Capdevila se lo agradeció desperdiciando un cabezazo a puerta vacía). De no haber sido por el empeño de los puntas españoles en maltratar el cuerpo de Jehle, el récord del 12-1 cosechado en el Benito Villamarín habría corrido serio peligro.
Los de casa apenas dieron problemas, aparte de ese par de entradas a destiempo. Del Bosque ordenó mantener la presión adelantada y los defensas de Liechtenstein pasaron serios apuros para sacar la bola de su campo. Empeñados en tocar (tampoco había una referencia arriba para el pase largo), tuvieron varios errores de bulto que pusieron en bandeja las contras visitantes.
Así llegó el tanto inaugural, con Iniesta, nuevamente soberbio, robando un balón y metiendo un pase en profundidad a Torres para que el niño, estorbado por dos rivales, picara ante la media salida del arquero. El Niño ponía así fin a su preocupante sequía con la selección, acentuada durante la cita mundialista. Y todavía le quedó tiempo, en la hora de entrenamiento con balón que le regaló su técnico, de llevarse la parejita. Firmó el tercero de su equipo con un sencillo cambio de ritmo y un chut al palo que presuntamente cubría Jehle.
El segundo lo había hecho Villa (disparo desde la frontal que se tragó el portero) para situarse a un tanto de la cima de la lista de goleadores con la selección. La gente de Vaduz presenció como el Guaje acrecentaba su idilio con la historia del fútbol español. Democracia FIFA.