El 7, que cobrará los 12 millones de su último año de contrato, deja el Real Madrid con una insustancial despedida
27 jul 2010 . Actualizado a las 11:38 h.Un lunes cualquiera. El día sin fútbol entre los días sin fútbol. Al lado de un patrón que no lo quiere y bajo la complacida y distante mirada de un técnico que le abrió gustoso la puerta de atrás del club de sus amores tardíos (ahí está esa etapa atlética). Así firmó Raúl González (Madrid, 1977) su finiquito público con el equipo que lo elevó a los altares antes de dejarlo caer suavemente hasta ningunearlo.
El tándem de las seis ligas y las tres champions se deshizo ayer en una ceremonia discreta que da la victoria a Florentino. El portador de la chequera blanca nunca congenió con la voz demasiado cantante del vestuario merengue, dispuesta siempre a discutirle focos y atenciones. El dueño de ACS no se fumó la despedida del 7 como hizo el domingo con la de Guti y hasta le concedió una comparación con Di Stefano después de anunciar que Raúl había decidido «concluir aquí como jugador de nuestro equipo». Pero el choque de egos era un enorme problema en un dúo, e insoportable en un trío como el que se avecinaba. El presidente ha encontrado al socio ideal para dar la patada al ariete de los 323 goles en blanco.
La figura de Mourinho
El afable Pellegrini indultó al capitán, pero fue el primero en racanearle onces y convertirlo en titular del banquillo tras cinco temporadas en declive. Ahora llega Mourinho, poco amigo de más voces que la suya. El peso del capitán en el vestuario es tan innegable como excesivo en ocasiones y el chico especial (a imagen del sabio de Hortaleza) no quiere veteranos ansiosos de gloria. El jugador aseguró ayer que tenía la confianza del técnico y que le habían prometido minutos, pero el luso nunca ha hecho saber tal cosa.
Luis Aragonés aireó su desencuentro y el cierre de puertas al máximo anotador de la selección (44 tantos), pero ningún aficionado merengue entendería semejante desplante en su club a un hombre que figura en las alineaciones de cada título de la historia reciente del Real Madrid. Así que lo han obligado a encontrar solito la puerta de atrás del Bernabéu. Y él lo ha hecho sin perdonar un euro. Al Schalke (club que asegura tenerlo firmado) llegará con doce millones extra en el bolsillo. La soldada que debería percibir en esta última temporada y que Florentino pagará gustoso.
Una recompensa por el adiós discreto del futbolista oportuno y esforzado, amasador de títulos y galones, que deja España un lunes al sol y sin fútbol.