La edición del 2006 quedará para la historia por su anarquía y espectacularidad, y por sus dos protagonistas: Landis y Pereiro
23 jul 2006 . Actualizado a las 07:00 h.París puso punto final ayer a un Tour de Francia caótico, sorprendente y espectacular. Increíble y hermoso. La operación Puerto contra el dopaje en España había cortado las cabezas de los principales favoritos: Ivan Basso, Jan Ullrich y Alexander Vinokourov, aunque este último por no haber aceptado la organización francesa la inscripción de su equipo. El Tour 2006 recibía la etiqueta de descafeinado antes de arrancar, pero ha resultado ser el más estimulante de los últimos años. En realidad, no ha sido el de la sucesión de Lance Armstrong. Ha sido el de la locura. El de la ruptura total con la larga etapa de dominio del estadounidense. Y el más bello para Galicia. Óscar Pereiro, líder durante varias jornadas, se convirtió en el primer gallego en subirse al podio; sólo otros trece españoles lo habían conseguido. El ciclismo, dado por muerto tantas veces, se ha levantado de nuevo. Y París lo festejó a lo grande. Tras el adiós de Armstrong, el Discovery Channel, el gran tirano de otros años, se ha desplomado. Ningún equipo ha podido tomar las riendas de la carrera. La ronda francesa pasó a ser así un territorio anárquico, imposible de gobernar para una sola formación. Una ciudad sin ley en la que no cabía la lógica matemática de ediciones anteriores. Un terreno propicio para audaces. Y los reyes del atrevimiento han sido Floyd Landis y Óscar Pereiro, dos hombres a los que se les había dado por enterrados en la general, pero que buscaron y encontraron su suerte en un par de aventuras a la antigua. Pereiro y Landis Muchos se hartaron de anunciar el hundimiento de Pereiro después de enfundarse el amarillo y se dedicaron a subrayar la condición efímera de su lugar de honor. En los pronósticos más catastrofistas se obviaba totalmente que el corredor de Mos había acabado décimo en los dos Tours en los que había participado. Tampoco se tuvo en cuenta que en la última edición acabó sólo un puesto por detrás de Landis. Pereiro demostró que no sólo era capaz de vestirse de amarillo con una gran puñalada a la general. Después, allí donde otros se hubieran hundido al primer contratiempo, el gallego mostró una firmeza digna de un ganador del Tour. Fue un líder sereno y fuerte. Sólo Floyd Landis, con gesta de por medio, ha podido con el corredor de Mos. El estadounidense por fin ha cumplido su objetivo: ganar el Tour de Francia antes de una operación de cadera que probablemente lo retire de la élite, o al menos lo apartará durante un buen tiempo. Pero lo ha logrado por caminos muy diferentes a los que imaginaba. Sometido a los altibajos de la carrera, lo apostó todo a una carta. Y, con la condescendencia de algunos, ganó. Pereiro fue la punta de lanza de un ciclismo español que parecía comenzar a la baja. Llegó a Francia tocado por la operación Puerto. Y, por si fuera poco, perdió muy pronto a Alejandro Valverde y a Iban Mayo. El murciano, que sufrió una caída, tendrá que volver el año que viene a Francia sin haberse probado en un Tour completo. El vasco mostró otra vez que es un corredor frágil, cuyo espíritu se quiebra con el primer revés. Pero Óscar Freire exhibió otra vez su clase y logró dos victorias al esprint. Y Juanmi Mercado también se hizo con una etapa. España reivindicaba su sitio en el Tour. Pereiro, Freire y Mercado se lo dieron. Italia, sin Ivan Basso en la carrera, seguramente se quedará con la pujanza de Damiano Cunego. El principito ha dado muestras de que quizás algún día pueda llegar a rey; por ahora se conforma con el maillot blanco de los jóvenes. Sastre y Riis El Tour, sin la tiranía de un equipo dominador, también pasó a ser un elemento volátil y peligroso para algunos directores deportivos. Como Riis, principal responsable de que su jefe de filas, Carlos Sastre, que no tuvo un día malo, se quedara fuera del podio. Ha sido el altísimo precio a pagar por llevar al extremo la filosofía de dejar hacer a los demás, que sean otros los que tiren, los que se desgasten, pero también los que se vistan de amarillo. Contribuyó a que Pereiro resucitara en la general y, después, fue clave en el glorioso resurgimiento de Landis. La imaginación del danés Riis se quedó corta para el Tour de los imposibles en el que de todos los pronósticos sólo se ha cumplido uno: el del vencedor.