Adiós al «showman» más veloz

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN

DEPORTES

Italia se despide del ciclista que ha ganado más etapas en el Giro y el pelotón se queda sin su divo, un «playboy» capaz de presentarse en el Tour disfrazado de emperador romano

27 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

La historia reciente del ciclismo italiano es una película agridulce en la que se confunden la tragedia de Marco Pantani y la comedia de Mario Cipollini. Dos ídolos. Dos caras de la misma moneda. Italia, que perdió dramáticamente al escalador en el 2004, ahora lamenta el adiós profesional del esprínter. Porque el pelotón tiene muchos astros, pero sólo un divo estrafalario digno de mil nombres: Il Bello , el Rey León, Supermario... Un puro velocista en los últimos metros de cada etapa y un hombre inclasificable en todo lo demás. Se empeñó en ser el más multicolor de la serpiente ciclista y lo logró. Se disfrazó de emperador romano en el Tour, lució un maillot con un estampado cuyas rayas dudaban entre el tigre y la cebra, y en el arranque de un Giro se enfundó en un buzo blanco y dorado que le hacía parecer una patinadora en bicicleta. Diecisiete temporadas dan para mucho. El toscano pagó su osadía con sanciones. Pero sabía que era el precio a pagar por ser el showman de la volata . Practicó un esprint a imagen y semejanza de sí mismo: agresivo, vistoso, a veces casi insultante. Así fue como el italiano logró levantar sus brazos mientras cruzaba la línea de meta a toda velocidad en 189 ocasiones. Ganó una Milán-San Remo y un Mundial cuando sus detractores insinuaban que comenzaba su decadencia. Rompió en el Giro el récord de victorias de Alfredo Binda al imponerse en 42 etapas. En muchos de esos triunfos incluso sacó tiempo para girarse en el último instante y examinar por sí mismo los metros que servían de frontera entre la victoria y la segunda plaza. «Necesito la adrenalina que hay en el esprint. La velocidad es mi vocación», señaló el ciclista. A veces el exceso de adrenalina le ha traicionado. Como en el 2000, cuando fue expulsado de la Vuelta por darle un puñetazo a Francisco Cerezo. Y Abdoujaparov y Svorada conocen bien el aleteo de los codos del italiano. También abandonó muchas carreras al esprint. Se retiró de una Vuelta en la segunda etapa para presentarse por la noche como parte del jurado en el concurso Miss Italia. Y en otra ocasión se apresuró a hacer las maletas antes de lo esperado para cenar en Madrid con Ronaldo. En muchas ediciones del Tour y el Giro su modus operandi ha sido pegarse un atracón de etapas y bajarse de la bici cuando asomaban las primeras rampas de la montaña. Sus escapadas se convirtieron en un clásico no muy bien visto por muchos de sus colegas. Cipollini siempre ha tenido más perfil de futbolista estrella que de ciclista. Lo de esforzado de la ruta no va con él. Fomentó su fama de playboy , incluso después de casarse. Posó desnudo en una campaña publicitaria y compartió la pasarela con modelos profesionales. En una ocasión se declaró «hermafrodita». Su explicación: «Tengo atributos masculinos pero los femeninos siempre están en mi cabeza». Nunca ocultó su devoción por las mujeres. Pero tampoco la que siente por el beato italiano Padre Pío, un fraile que falleció en 1962. Asegura que lee sus libros para seguir el camino recto. A menudo se le ha visto con un rosario en plena competición o luciendo un escudo vaticano en su maillot, lo que no ha impedido que llevara también una foto de Pamela Anderson sobre el cuadro de su bicicleta. Junto con el sacerdote Pierino Gelmini creó la comunidad Incontro di Amelia , una fundación dedicada a la recuperación de toxicómanos. Gelmini y Cipollini intentaron ayudar a Pantani con su organización pero, como ellos mismos confesaron, llegaron demasiado tarde. Las mujeres y el Padre Pío, comparten el altar particular de Supermario con el Inter de Milán. Pero, al igual que muchos otros corredores, critica que en la lucha antidopaje el ciclismo parte como supuesto culpable y el fútbol como presunto inocente. «En el calcio no se meten más con el dopaje del fútbol porque detrás del fútbol hay gente como Berlusconi o Agnelli», dijo. Ídolo indiscutible en Italia, desató la polémica cuando fijó su residencia en Mónaco para evadir impuestos. Pero los aficionados de su país, hambrientos de triunfos, le perdonaron rápidamente su pecado contra la patria. A sus 38 años, apunta que ha tenido la suerte de vivir la transición del ciclismo antiguo al moderno y asegura que «no todo lo nuevo es bueno». «Mario es parte de la historia del ciclismo y de mi historia personal. A fin de cuentas, yo me he hecho famoso gracias a él», reconoció Alessandro Petacchi, el último gran rival de Cipollini, que previsiblemente ocupará a partir de ahora el trono como rey de los esprínters. Aunque, sin duda, quedará vacante la corona de las extravagancias. Nadie la lucirá como Il Bello .