El Compostela difrutó de una plácida tarde de domingo en San Lázaro. Apenas pasó apuros frente al Sporting de Gijón B, recuperó el sabor de los tres puntos en San Lázaro y se aupó a la tercera plaza. Incluso perdonó la goleada, porque fabricó llegadas y oportunidades suficientes para haber firmado un marcador más amplio.
17 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.Pero no entusiasmó. Se conformó con un triunfo aseado y justo, en una tarde de oropel. Duque volvió a edificar el equipo desde una base compuesta por tres centrales. Repitió Corredoira en el lateral derecho y Pinillos entró por Tonet en el izquierdo. En la primera parte los dos estuvieron más cerca de la línea de medios. Tras el descanso, administraron sus incorporaciones por la banda, si bien no renunciaron a las galopadas. El Sporting B se pareció más a lo que se espera de un colista que al perfil de un filial. Mostró una dependencia enorme de Rubén, el futbolista más activo y el que se aproximó con más peligro a las inmediaciones de Rafa. Su compañero de fatigas ofensivas, Miguel, saca poco provecho de su envergadura. Baja casi todos los balones aéreos. Pero una vez en el piso se vuelve previsible. El partido dejó un perfil de rareza. Quizás porque ninguno de los contendientes se mostró autoritario en el centro del campo. Ni Jabuto ni Rey participaron con eficacia en el fútbol de ataque asturiano. En el bando local, Bossa jugó muy al ralentí y Aguado, discontinuo. Los instantes de más fluidez coincidieron con las apariciones, por separado o formando sociedad, de los Zipi y Zape, de Arquero y Rodri. Son los más traviesos, los que más arriesgan y los que mejor interpretan la búsqueda de huecos. Pero hubo una diferencia sustancial entre los dos equipos. La que personifica Maikel, ayer especialmente inspirado en el primer periodo. El Compos se amarró al instinto letal de su último fichaje, un cazarecompensas que se mueve con soltura en las cercanías del área rival. Como ocurriese en Gernika, funcionó la conexión Bossa-Maikel en las acciones a balón parado. El ariete conectó un cabezazo semiletal. Respondió Bruno con apuros y Arquero, atento, remachó, también con la testa, sobre la misma línea. En el minuto veintidós, el nueve interpretó otro capítulo de su repertorio. Recibió un pase profundo de Manuel, a media altura, junto al vértice del área grande. Amortiguó con el pecho, protegió con el cuerpo y ejecutó un movimiento tan contundente como eficaz pese a tener encima el aliento de su tocayo del Sporting, el número cinco. Se giró y engatilló a la media vuelta un disparo cruzado, con poco ángulo pero con la trayectoria precisa hacia la red. Repitió maniobra a la media hora, para culminar una acción bien conducida por Pinillos y Rodri. Tenía más espacio y menos oposición. Pero esta vez el lanzamiento se le fue alto. Son las paradojas del fútbol. En la primera parte, el Sporting B no encontró su sitio. Sólo se aproximó con peligro en una ocasión. El Compos aprovechó dos de sus cinco llegadas más claras. Maikel acaparó el protagonismo del Compostela en la primera mitad. Rafa fue el jugador más determinante en la segunda. El colectivo santiagués se durmió tras el descanso y tardó un cuarto de hora en despertar. El tiempo que transcurrió hasta que el trencilla pitó un penalti más que riguroso de Adriano sobre el trasatlánco Miguel. Rey anticipó sus intenciones y el cancerbero atajó con eficacia. (Pasa a la página siguiente)