El que había sido parido como mejor derbi de la historia devino con el paso de los minutos en uno de los más tensos y dramáticos. Curiosamente, las tablas del final privaron a los dos equipos de un liderato que buscaron con todas sus fuerzas, pero del que se apropia por ahora un sorprendente Betis.
01 oct 2001 . Actualizado a las 07:00 h.El partido será recordado por su alto contenido épico, con dos equipos a cara de perro durante noventa minutos, con un Celta resolutivo, capaz de poner contra las cuerdas al usuario de Riazor, y con un Dépor que flirteó por enésima vez con la gesta. Los coruñeses lograron dar la vuelta a un partido que tenían perdido y que incluso pudieron ganar gracias, una vez más, al empuje de su afición. Pero, por desgracia, el duelo de anoche será recordado también por su dureza extrema. Y por una imagen, la del canario Manuel Pablo con la pierna colgando después de la contundente aunque no malintencionada entrada de Giovanella. Una brutal fractura de tibia y peroné dejará sin lateral derecho durante seis meses al Dépor y a la selección española. Tres imágenes más. La primera, los jugadores del Deportivo con las manos en la cara, atenazados por un impacto visual contundente. La segunda, el llanto inconsolable de Giovanella durante el resto del partido y a su término. «Es el peor momento de mi carrera», dijo el céltico, hundido. La tercera, el abrazo consolador de Mauro Silva al centrocampista celeste cuando el árbitro pitó el final. Y pudieron ser más los lesionados, pues tal fue la dureza de algunas entradas. Desde el primer tiempo, en el que el derbi respiraba dosis de excelente fútbol, se veía que a Undiano Mallenco le venía muy grande este encuentro de altísimo voltaje. Y se le fue de las manos cuando, superado, entonó el «vale todo». Pero sería injusto pasar por alto el contenido dramático y espectacular de un duelo intensísimo que respondió en varias fases a las expectativas creadas, con dos grandes conjuntos entregados a tope en pos del triunfo. La iconografía dramática hay que buscarla en el doble y frustrado intento de Tristán por levantar la pelota sobre Cavallero. Abortaron sus intentos Berizzo, Cáceres y posiblemente el viento, que anoche jugó en algún momento con la camiseta celeste. También en el vuelo hacia Molina del central argentino, con los dientes apretados y el gol en la frente. O en las jugadas de rabia por la banda de Edú y Scaloni, que forjaron otros dos tantos. Y, por supuesto, en la mentalidad agresiva y ganadora con que irrumpen en estos partidos raciales hombres como Karpin, Mostovoi, Mauro Silva o Pandiani. Como dos púgiles extenuados, Deportivo y Celta recibieron el final destrozados por la entrega y el esfuerzo de una lucha titánica que, no obstante, dejó sin premio a ambos conjuntos. El Celta cede el liderato de la Liga y su imbatibilidad, una fachada derruida curiosamente por Juanfran, en propia meta. El Dépor vuelve a demostrar que las pasa canutas en Riazor, donde le está costando Dios y ayuda sacar adelante los partidos. Por si fuera poco, pierde para casi toda la temporada a un jugador difícil de reemplazar.