Brett Anderson, la estrella cegadora que arrasó en Ourense

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

sergio albert

Suede triunfaron en el Our Fest con una exhibición total en la que se mezclaron pasado y presente con la misma pasión felina y eléctrica

22 oct 2023 . Actualizado a las 19:10 h.

La biografía dice 56 años. Esa es la edad de Brett Anderson, líder de Suede. Y aunque se haya convertido en una suerte de tópico ensalzar su estado de forma, no deja de impactar cuando lo tienes ante tus ojos y no en un furtivo vídeo en las redes sociales. Apelando al cuerpo a cuerpo con el público, como en los noventa. Sudando la camisa desde el primer tema. Subiéndose a las pantallas del escenario para pedirle a su audiencia que vuele todavía un poco más. Es como si todo lo que muchos echan en falta en una buena parte de la música actual -el chispazo, el arañazo, el tembleque en el sistema nervioso- se abriese ante tus ojos. Para zarandearte. Estrujarte. Y extasiarte de placer. Tanto como en los tiempos del brit-pop, cuando Suede trascendía al patrioterismo y aspiraba a ser la mejor banda de pop-rock del mundo, lográndolo en las habitaciones de muchísimos jóvenes de aquel entonces.

De acuerdo, en el Our Fest, que este año celebraba su segunda edición, hubo mucho más. Unas Melenas que lidiaron con la ingrata tarea de tocar con escaso público. Unos Kula Shaker que siguen haciendo gala de aquello de mandar a los Stone Roses a la India. Unos Shame jóvenes, graníticos y deudores de Joy División y The Fall. Un Buxter Dury, verso libre alocado que encantó a la audiencia. Y un Grande Amore que le puso cierre con electro-rock sobreexcitado al evento. Pero en medio de eso, Suede emergieron majestuosos como la verdad musical revelada. Se le podrá llamar nostalgia, seguramente. Pero a diferencia de todo lo que se suele catalogar bajo ese término hoy en día (que es mucho y a veces casi como única opción) lo que pudimos ver anoche en Expourense no se trató del pálido recuerdo de lo que el grupo fue. Como en los noventa, sonaron felinos, metálicos y con un corazón pop siempre a punto de estallar. Esa mezcla de fortaleza y fragilidad que te desarma por dentro como oyente.

Tanto da ya qué parte del repertorio ataquen. Entre la inicial Turn Off Yout Brain and Yell, de su última cosecha, y She, la que la continuó apelando a 1996, solo existía la distancia de la emotividad y lo vivido con ella sonando de fondo. La convicción a la hora de interpretarlas resultó la misma y solo se trataba del anticipo de una catarata de hits incontestables. Trash, con Brett Anderson ya entre el público. Animal Nitrate, pinchando como una aguja de acupuntura en la fibra sentimental. The Drowners, mostrándose sinuosa y rugiente a partes iguales. Y Filmstar, todo un aullido con esos ojos de tigre que cantaba el vocalista allá por 1993.

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Tras ese bloque se sucedió un repaso por su (tremendo) presente. Temas como las poderosas y angulosas Personality Disorder, Shadow Self y She Still Leads Me mostraron sobre las tablas la viveza de los Suede del 2023 y el sentido de su existencia más allá del recuerdo. Se combinaron con Saturday Night y una lectura She's In Fashion -quizá el único pero del concierto- que precedió a una recta final gloriosa. De esas de pedir socorro. De ponerse a botar porque no te dejan estar quieto. De levantar los brazos como si quisieras tocar con los dedos la energía misma de esa descarga de electricidad. O todo junto, mejor. Cayeron seguidas So Young, Metal Mickey y una apabullante Beautiful Ones de dejarse la garganta. Al frente, un Brett Anderson que no dejaba hueco ni para respirar, desafiando la lógica, las ideas preconcebidas y cualquier mirada avinagrada que se quisiera verter sobre él

Puede que todo fuera un simulacro, una representación de juventud y euforia hecha con enorme profesionalidad y que nos engatusó a todos. Pero durante una hora y pico ahí se vivió algo tremendo que se contabiliza en latidos, suspiros y esa agitación interior que se produce cuando la conexión es total. Seguramente ocurrirá igual en el siguiente concierto que ofrezcan, y hagan sentir al público ardiente y dichoso. Cuando llegue el bis tasado, ese fantástico New Generation, todos miraran a Brett usando el cable de micro como una lazada de cowboy, enroscándoselo sobre su cuerpo y, pidiendo palmas al público con cara de satisfacción, como una estrella cegadora orgullosa del deber cumplido. Que fue lo que ocurrió anoche en un concierto tremendo que demuestra que algunas segundas partes no solo son buenas, sino que se revelan como absolutamente necesarias. Esta desde luego lo es.