La artista ofrece este sábado un concierto en A Coruña con el aforo vendido
26 may 2023 . Actualizado a las 16:40 h.Después de cinco años sin actuar en A Coruña, Luz Casal (Boimorto, 1958) regresa al Palacio de la Ópera este sábado (20.30 horas) para presentar su nuevo disco, Las ventanas de mi alma (Virgin). Un concierto de la mano de Cávea Producciones para el que ya no hay entradas desde hace tiempo. «Es una gran alegría, pero también una gran responsabilidad. Pensar en toda esa gente, que se ha dado tanta prisa en adquirir su entrada, convierte en más especial un concierto que ya es especial de por sí. Cantar en A Coruña siempre es muy especial para mí», explica la cantante.
—¿Nota que tras la pandemia hay una mayor necesidad de experiencias de más contacto, como son los conciertos?
—Puede ser. Ha sido una experiencia tan fuerte que tiene que dejar huella en nuestras consciencia. Ha sido todo un tiempo que se nos ha arrebatado, y es lógico que ahora haya esa sensación de querer recuperar el tiempo perdido.
—Esos meses también han dejado su huella en el disco...
—No es una crónica de ese tiempo, de la realidad vivida. Pero sí está presente en temas como Hola, qué tal, Lugar perfecto o Dame tu mano. A mí me dio la oportunidad de estar más concentrada, de trabajar textos y melodías. Pero sentía que tenía que hacer algo. Al final, hice más de dos mil llamadas a personas, que me sirvió también para darme cuenta de la realidad de su vida, de su ciudad, sus pálpitos y sus angustias. Fue muy importante para mí llevarles algo de alegría a su vida, hacerles compañía, en un momento en que parecíamos estar al borde de que todo se viniese abajo. Hola, qué tal lo que explica es, sobre todo, que hay un acto, un acto sencillo, como el de llamar alguien para preguntarle, «hola, qué tal, ¿cómo estás?». Es algo sencillo, pero muy importante. Yo nunca quise ponerle drama a aquello.
—Esas ventanas del título del disco ¿son las canciones, que son su forma de asomarse al mundo a través de ellas?
—Es una pretensión de mostrar más allá de lo mostrado. A veces es necesario perder un poco el pudor para enseñar cosas que pueden ser tus defectos. Para ello hay que recuperar la inocencia, que puede sonar un poco hueco, pero es un tema serio. No quiero convertirme con el paso del tiempo en esa persona que está de vuelta de todo, conservadora, rencorosa. La portada del disco también es un poco como símbolo de todo eso, con el reloj o la cometa y el avión de papel, que remiten a la infancia.
—Las ventanas sirven para mirar hacia fuera, dejan que entren la luz y el aire, pero desde fuera también se puede atisbar hacia el interior...
—Totalmente. Hay canciones más de amor, otras que te conectan con tu infancia. Pero también puedes asomarte a lo que se mueve dentro, lo que hay. He disfrutado mucho dando forma a estos textos.
—¿Las canciones permiten expresar cosas que de otra forma no sería posible? Incluso cuando está en un concierto, rodeada de gente, hay una sensación de intimidad...
—Siempre he dicho que tengo más intimidad cantando que escribiendo. Es mi manera de comunicarme, de expresar algunos de tus aspectos más íntimos. Hay veces que tienes pudor de decir ciertas cosas, de verbalizarlas, pero cuando estás amparada por la música es distinto. Las letras, la emoción, hacen que le des salida de otra manera.
—Se ha hablado mucho recientemente sobre canciones creadas por inteligencia artificial. Usted, con un disco tan artesanal, va en la dirección contraria.
—Pertenezco a una generación y a un colectivo para quien la música es algo no solo importante, sino que es emoción, algo que varía según tu estado de ánimo. Yo soy una intérprete de emociones. Aunque cantes una canción cientos de veces, nunca es igual. Tu voz es distinta, tu estado de ánimo… es un momento irrepetible, que otro día, en otro lugar, con otro público, ya no es igual. Un concierto en el Liceo de Barcelona y otro en A Coruña nunca serán iguales.
—Decía que un concierto en A Coruña es especial. ¿Qué factores hacen que sea así?
—Para una cantante como yo importa mucho la emoción, la memoria, a la hora de interpretar. A Coruña está en mi memoria. Todos mis vínculos con la ciudad están detrás cuando actúo. Mi familia. La ausencia de familiares. No solo son mis raíces, es mi conexión con Galicia. Cuando canto en Córdoba, por ejemplo, salen otras emociones, otros recuerdos. Incluso cuando tengo conciertos dos noches seguidas en una misma ciudad, como me ha pasado en Bilbao, no es lo mismo. Cambia el público, que es muy importante para mí, y hace que cada noche sea única e irrepetible. Antes de salir al escenario, uno de mis técnicos siempre me dice: «Jefa, a disfrutar». Y de eso se trata, nosotros y el público.