Chorreo de nostalgia de los años locos con Dani Martín

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Marcos Míguez

El recuerdo de El Canto del Loco planeó en el concierto que el músico ofreció anoche en el Coliseum de A Coruña ante un público entregado desde la primera a la última nota

06 nov 2022 . Actualizado a las 11:11 h.

A Dani Martín le pasó lo mismo que a tantos cuarentañeros durante la pandemia: el camino del recuerdo lo encaminó directamente a la emotividad. Una vez allí sintió la necesidad de hacer algo conectado con lo que un día fue, lo que otro dejó de ser y lo que más tarde, arrasado por el presente, ya casi no se sabía qué había sido. El resultado fue No, no vuelve (2021), un disco en el que revisaba el legado de su exbanda El Canto del Loco, actualizando el sonido y dándole brillo renovado. Al contrario de lo que pudiera parecer de inicio, la jugada salió redonda porque muchos de aquellos temas no solo se han mantenido. Ahora sobresalen en sus nuevas versiones.

En el escenario el movimiento también funciona. Porque los deseos del grupo y las intenciones del artista se entrecruzan en líneas emocionales casi perfectas. Todos quieren tirarse sobre el repertorio de El Canto del Loco una vez más. Y este sábado en el Coliseum de A Coruña volvió a ocurrir. En ese sentido, Dani Martín apareció como el hombre que repartió nostalgia a chorro sobre un público sediento de ella y ganado de antemano. Con las entradas agotadas desde hace meses, las cartulinas arriba luciendo mensajes de amor para él y las sonrisas activadas a cada gesto, solo tuvo que plantarse en la pasarela. Interpretar allí la remozada La suerte de mi vida. Empalmarla con Volverá. Y contemplar como tenía a todo el recinto de pie y comiendo de su mano.

Marcos Míguez

Con el sonido denso y poderoso que le proporciona su banda (entre sus integrantes figura el batería de Fene Miguel Lamas), aquellos himnos juveniles toman una nueva dimensión. El ejemplo más claro es Puede ser. Aparca en el pasado aquel tono acústico y casi adolescente para convertirse en un baladón rotundo de aire beatle. Todo mientras Martín, orgulloso, miraba atrás ufano dando a entender que no cambiaría ni una coma de su carrera. «Recuerdo grandes momentos aquí con El Canto del Loco», decía. «Cuando escucho decir que la crítica no era justa con El Canto del Loco me la suda. ¡La crítica era la que compraba la entrada para vernos!», añadía dándose un baño de aplausos,

Fue ahí quizá, en el parloteo y la sensación de cierto cansancio en el fin de gira (este era el penúltimo pase de la misma), donde el concierto mostró su cara más endeble. Comparado con su impresionante pase en el festival O Son do Camiño de Santiago, se echó en falta la emoción sostenida de aquel. Lo que allí fue memorable, aquí se quedó en disfrutable. Esas paradas tan largas entre tema y tema hacia la nada dispersaban la fuerza concentrada en piezas como Nada volverá a ser como antes y Una foto y blanco negro, que reivindicaban poderosas su condición de clásicos del pop-rock español . O en la euforia de Dieciocho, que logró durante cuatro minutos embargar a una audiencia que estaba allí para recordar los años locos. Incluso más que el propio Martín. «¡No, no voy a cantar La madre de José con 45 años!», contestaba a la petición de unos fans que, al final, se entregaron a Zapatillas e Insoportable. Sin bises, fueron el cierre de un concierto que terminó con la banda saludando al ritmo del Blitzkrieg Bop de los Ramones.