«Asombrosa Elisa», más cine fantástico español de riesgo

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

Carmen Machi, Laura Galán, Merry Colomer (productora), Carlota Pereda (directora), Richard Holmes y Pilar Castro posan durante la presentación de «Cerditas» en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges
Carmen Machi, Laura Galán, Merry Colomer (productora), Carlota Pereda (directora), Richard Holmes y Pilar Castro posan durante la presentación de «Cerditas» en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges Siu Wu | EFE

«Les Cinq Diables», gran subversión del género de superheroínas

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que esta 55.ª edición del Festival de Sitges está viniendo a demostrar en estos tres primeros días de su desarrollo es que el cine fantástico español está abonado a las apuestas fuertes, al riesgo extremo. De ahí nacen películas efervescentes como Cerdita, de Carlota Pereda, o creaciones de la turbia y cruda nobleza en su mirada al lado más oscuro de la naturaleza humana, como la que brinda Carlos Vermut en su acerada Mantícora. Con ella, Vermut da un paso más en su consolidación como autor total de nuestro cine, urdidor de una creación mayor como es esta, en la que desala y depura cualquier efectismo para poder mostrarnos a un monstruo humanizado, preso de sus deseos inconfesables confinados al secreto del metaverso.

También esa asunción de la radicalidad, tomada ya como velocidad de crucero o como imitación, puede meterte en ciertos remolinos, como le sucede a Sadrac González-Perellón en su segundo largo, Asombrosa Elisa. En él hay una articulación de película-mecano que parece querer ser deudora —o por momentos casi plagiaria— del Vermut de Diamond Flash. Es la historia de una venganza que se va conformando como un puzle desde el presente malherido y sórdido. Y que va tirando sus líneas en el espacio temporal hacia atrás, en catarsis que llegan tarde, cuando ya todo parece muy subrayado y no necesita de explicación.

Esa semilla de la citada sordidez de Asombrosa Elisa se concentra en un matrimonio de la alta burguesía —el que conforman Silvia Abascal y Asier Etxeandía— que se nos aparece como una emanación de un título totémico del cine español, Muerte de un ciclista. Pero que fabrica su urdimbre a partir de los cadáveres en el armario y la putrefacción del alma y del deseo que parecen querer reescribir los renglones y los pasillos de lo tenebroso de —otro intento de mímesis sobe Carlos Vermut— la irrepetible Magical Girl.

Sobre el personaje de una magnífica Silvia Abascal y su diversidad funcional —el de su personaje y el de la actriz, cada vez más renacida en su superación— se cargan las tintas de esa sexualidad que semeja una supuración insana. Y sobre ella y sus némesis, esa niña que cree tener superpoderes, o esa joven vengadora con mastín, quiere Sadrac González que Asombrosa Elisa perturbe o provoque. A mí no me sucede ni una cosa ni la otra porque —con algunos aciertos parciales— todo me suena a cine protésico, impostado sobre el talento de unos referentes demasiado visibles en su intento fallido de ser resucitados.

Mujeres con un don

Todo lo contrario, una fuerza genuina y sin filtros, es la que arrastra consigo la realizadora francesa Léa Mysius en la inquietante y muy notable Les Cinq Diables. Aquí sí hay —verdaderamente— mujeres poseedoras de un don especial. Una idea de la brujería desprovista de telarañas, aggiornada por la poderosa mirada de Adele Exarchopoulos, dueña del fuego, de la luz y las tinieblas.

La italiana Diabolik es un remake de un filme ya clásico de la serie B derivada del cómic o, mejor, dicho, del fumetti, el dirigido por Mario Bava en 1968, con John Philip Law en el papel del erótico enmascarado, la icónica Marisa Mell y Michel Piccoli. Frente a aquella producción, donde pusieron la plata Dino de Laurentiis y la Paramount, esta versión 2022, dirigida por los Maneti Bros, y protagonizada por el actor de moda Luca Marinelli es mucho menos refulgente, pero posee cierto descaro, el del cómic italiano del siglo XX, en los antípodas naíf del reinado actual de Marvel y DC. Juega este Diabolik con la pantalla partida, todo muy en clave y estética sesentera. Y hace que la operación nostalgia y ese baile de máscaras, antecesor en el original del Tom Cruise de Misión imposible, se disfruten razonablemente.