Una batuta para dirigir y enseñar

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

González-Monjas, tras su ensayo con la Orquesta Sinfónica de Galicia
González-Monjas, tras su ensayo con la Orquesta Sinfónica de Galicia ÁNGEL MANSO

Roberto González-Monjas forma a jóvenes músicos de sociedades vulnerables

30 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 17 años, Roberto González-Monjas recibió una invitación para colaborar con la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia. «Me cambió la vida», recuerda el violinista y director, quien inició entonces una relación duradera con la formación gallega que ahora se afianza todavía más: este jueves dirigió a la orquesta en el Auditorio de Ferrol y este viernes repite programa en A Coruña (Coliseum, 20.00 horas), con el Poème de l'amour et de la mer de Ernest Chausson y la primera sinfonía de Shostakóvich. Un vínculo que no solo ha influido en su carrera como artista, sino que está en la base de una de sus iniciativas más sociales.

En el 2017, González-Monjas, junto al director colombiano Alejandro Posadas, fundó Iberacademy, una entidad trabaja desde la música con jóvenes de los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde su sede en Medellín desarrollan actividades formativas e interpretativas, que también llegan a Bolivia, Perú, Chile y Cuba. «Creo que en esta vida hay que ser agradecido. Y tratar de devolver al mundo algo de lo que tú has recibido», explica González-Monjas. «Desde muy joven hubo gente que me ayudó, que me estimuló y que me dio oportunidades. Mi intención es que ahora yo también pueda ofrecérselas a otros jóvenes que puedan necesitarlas», añade.

Una dimensión social de la música y de las artes en general que, sostiene el director, quedó patente durante lo más complicado de la pandemia. «Me siento muy orgulloso de nuestro sector cultural», afirma. Aunque ha echado de menos al público -«los intérpretes somos intermediarios entre el autor y los oyentes y nos ha faltado ese calor, ese contacto, esa atmósfera especial y única que se crea en los conciertos»-, cree que los músicos han sabido recurrir a la creatividad para suplir esa ausencia y ofrecer contenidos que han servido de «terapia» para muchas personas. 

Defensor de lo contemporáneo

González-Monjas empezó a tocar el violín con cuatro años. Desde entonces ha participado con diversas formaciones sinfónicas europeas, sin olvidar la música de cámara y repertorios que van desde el Barroco hasta los autores contemporáneos. De hecho, el director e intérprete es un firme defensor una mayor presencia de obras de compositores vivos en los programas. «Nikolas Harnoncourt dijo que somos la única sociedad en la que el 90 % de la música que se interpreta fue escrita en el pasado, y el 10 % restante es contemporánea», reflexiona. «Es la primera vez que ocurre. Antes, lo que los músicos tocaban eran piezas de su tiempo». Aboga por establecer esas conexiones propias del tiempo en el que uno vive, porque, al fin y al cabo, el arte refleja y dialoga con la época de la que nace.

En línea con su eclecticismo, esta defensa de lo contemporáneo no excluye aproximaciones a la música antigua. González-Monjas ha grabado, por ejemplo, los Conciertos de Brandemburgo de Bach con los Berlin Baroque Soloists, a las órdenes de Reinhard Goebel. Él mismo toca un violín de 1710, un Giuseppe Guarnieri «filius Andreae», aunque ha sido reconstruido como un instrumento moderno. «Pero he tocado con violín y arco barrocos, también clásico, y creo que es muy importante para la perspectiva formativa de un músico», explica.

Existe otra dimensión para el intérprete, además, que lo une con el violín, y es la afectiva. «El instrumento se convierte en tu voz, es lo que te comunica con el público, y forma parte de ti. Siempre me ha parecido raro, viéndolo como un violinista, que los pianistas toquen cada concierto con un piano diferente, porque con el violín eso es inconcebible, de tan íntima que llega a ser la relación», afirma. Un instrumento que ha ido alternando con la batuta, aunque esta última reclama cada vez más una atención exclusiva. De momento, González- Monjas vive cómodamente esa dualidad.