«Don Giovanni» : Aplausos para una obra maestra

Antón de Santiago

CULTURA

MARCOS MÍGUEZ

«La puesta en escena contó con proyección de dibujos de sugestivo trazo y aliento naïf del propio Saura, buena iluminación y vistosa indumentaria»

16 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Para una obra maestra como Don Giovanni debía darse una conjunción genial, nutrida de hedonismo, concupiscencia y crueldad: el mito de Don Juan, nacido de Tirso de Molina, el fraile mundano, y puesto ante Lorenzo da Ponte, y W. A. Mozart por el vero libertino Giacomo Casanova. Libreto cabal, música insuperable. Dramma giocoso: humor contrastante del criado Leporello, como en el Siglo de Oro.

Amigos de la Ópera la presenta apelando a un cineasta genial que recientemente se ha acercado a Da Ponte y Casanova. El ritmo trepidante del libreto, que solo detienen las arias, tiene cariz cinematográfico y deriva de la energía diabólica del protagonista. Por lo cual, este no tiene arias. Obra de enormes exigencias llena de innovaciones. De la pluma de Mozart, la primera demanda es para la orquesta, magníficamente resuelta por la OSG, bajo la docta batuta de Miguel Ángel Gómez Martínez. Bien el Coro Gaos. El rol protagonista lo asumió Juan Jesús Rodríguez, muy valorado como barítono verdiano. Su voz amplia, de buen timbre, está bien para el papel —debutaba— y lo dejó patente en el Fin ch’an dal vino, pero necesita enriquecer las sutiles inflexiones de los recitativos. Buena la réplica de Simón Orfila como Leporello por voz y canto, mejor algo más de vis cómica. La ultrajada Donna Anna estaba a cargo de Gilda Fiume, cuya voz y maneras encajan en el personaje y resolvió bien la difícil aria Non mi dir. La americana Costa-Jackson dio carácter a la furia de Doña Elvira con voz un tanto gutural y acerada en casi todos los recitativos. Tierna, picara y bella estuvo Rocío Pérez, como Zerlina, cuya voz y estilo apuntan a mayores empeños. Para don Octavio, Corujo debe montar mejor el sonido. Emotividad no le falta. Gerardo Gullón estuvo convincente como Masetto, al igual que Andrii Gonioukov como Comendador, especialmente en la escena en que se lleva al burlador a los infiernos. Ahí concluyó, sin final moralizante.

La puesta en escena contó con proyección de dibujos de sugestivo trazo y aliento naïf del propio Saura, buena iluminación y vistosa indumentaria. Trabajo actoral sin el ritmo pretendido. La función se ofreció en recuerdo de Luis Iglesias de Souza (1919-1995). Fueron todos muy aplaudidos.