Dulcinea a través del espejo

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El editor ourensano Manuel Ramos analiza el personaje de la amada de Don Quijote en un libro que ensambla los pasajes en los que Cervantes escribe sobre su figura

07 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Su nombre es Dulcinea, su patria el Toboso, un lugar de la Mancha, su calidad por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve...».

Con semejante descripción, no cabe duda de la imagen idealizada que don Quijote se ha hecho de Dulcinea: todo caballero andante necesita encomendarse a una dama a la que consagrar su amor, y Alonso Quijano no va a ser una excepción. Dulcinea, en cambio, tiene otro cometido para Miguel de Cervantes, quien, en ese juego de espejos entre la realidad y la ficción, lo vivido y lo imaginado, que es el Quijote, se vale del personaje de una muchacha campesina para añadir otra imagen especular más.

Dulcinea del Toboso es ahora protagonista de otro libro, de título homónimo, que publica el sello ourensano Linteo. Aunque la autoría en la cubierta se atribuye a Miguel de Cervantes, el volumen constituye un acercamiento y un análisis del personaje femenino a través de la suma de los pasajes que le corresponden en el Quijote, una tarea a cargo del editor de Linteo, Manuel Ramos. Igual que Tom Stoppard volvió a contar Hamlet desde la perspectiva de dos secundarios en Rosencrantz y Guildersten han muerto, aquí Ramos se coloca ante la imagen reflejada de Dulcinea para buscar un ángulo, otra visión, que la sitúe a ella como centro del argumento. El propio editor reconoce la dificultad de la tarea, ya que el Quijote no cuenta con capítulos exentos sobre Dulcinea, lo que habría facilitado la composición de un libro como Sancho Panza, gobernador, otro tomo de Linteo en torno a la figura del escudero.

Pero, paso a paso y capítulo a capítulo, se van ensamblando las alusiones a Dulcinea, junto a las notas o reflexiones de Ramos, quien subraya, por ejemplo, cómo la propia elección del nombre de Dulcinea sirve a los intereses de Cervantes de contraponer lo que se imagina Don Quijote a partir de la realidad, a pesar de los esfuerzos de Sancho por devolverlo a la realidad, algo que, cuando ocurre, siempre acaba en decepción del caballero.

Al trabajo de Ramos se une el del pintor Ramón Pérez Carrió, quien, como ya ha hecho anteriormente, ha contribuido con sus ilustraciones al volumen. Su participación «ha elevado el personaje a mito en sus ilustraciones», según Ramos, ofreciendo una mirada que no debe ser muy distinta de la que podría haber tenido el propio Quijote. «Nuestra retina queda prendada de su belleza cuando don Quijote habla de ella. Como lectores trabajamos con la imaginación. Es un juego de espejos. La propia novela se nos presenta así en su construcción», describe el editor.

Pérez Carrió aparece así retratada en una galería que subraya su aspecto dual, tanto mítico como terrenal, con elementos mitológicos y animales, guiños a clásicos de la historia del arte -El rapto de las Sabinas, de Rubens- o la materia de Bretaña, con Camelot y Merlín, Perceval y el Grial. Linteo continúa de esta manera su dilatada labor cervantina, en la que destaca especialmente su edición del 2005 del Quijote que recibió el Premio Nacional en la modalidad de bibliofilia, ilustrada también por Pérez Carrió.