Gavin, el Pedro Páramo de Velo

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

El actor, recientemente fallecido, encarnó al personaje de Juan Rulfo en la versión del cineasta gallego

27 feb 2018 . Actualizado a las 12:57 h.

Dijo adiós a las cámaras en 1981, cuando aceptó la llamada de su amigo, el también actor Ronald Reagan, entonces recién llegado a la Casa Blanca, para irse a la vecina México como embajador. Por entonces John Gavin, fallecido este mes, ya se había buscado un refugio cómodo en la televisión desde los primeros sesenta. Se inició en el cine en 1957, trabajando para Douglas Sirk en varios de sus melodramas, entre ellos Tiempo de amar, tiempo de morir (1958). También para Hitchcock como el amante de Janet Leigh en Psicosis (1960), además de ser Julio César para Espartaco (1960) de Kubrick, como filmes más relevantes antes de protagonizar varios capítulos para diferentes series, La hora de Alfred Hitchcock (1963-1965), entre ellas.

En ese período, el cineasta gallego más singular, el ourensano Carlos Velo, ya trabajaba en el guion de Pedro Páramo con la complicidad del novelista Juan Rulfo y la ayuda ocasional de Carlos Fuentes. Velo y Rulfo, amigo personal además de vecino ocasional, habían conversado muchas veces sobre Galicia en clave antropológica, de ahí que tampoco sea casualidad que la actual Jalisco aparezca en la novela como Nueva Galicia, el nombre que recibió este estado durante varios siglos.

El propio Rulfo le animó a adaptar su novela, todo un desafío para un cineasta ya en la madurez, pero forjado previamente en el documental. Llevado por un rigor al límite de la obsesión, Velo empleó varios años en preparar su paso a la ficción, generando la correspondiente expectación. Finalmente, entre enero y marzo de 1966, el rodaje pudo llevarse a cabo con coproducción de Manuel Barbachano, en cuya empresa trabajaba Velo desde años atrás, logrando su mayor éxito internacional con Torero! (1956). Se incorporó como coproductora Clasa Films, del gran fotógrafo mexicano Gabriel Figueroa, sobre todo maestro del blanco y negro, que había trabajado para John Ford en El fugitivo (1947), así como para Luis Buñuel, John Huston, Don Siegel y tantos otros en su país, entre ellos Emilio Fernández El Indio.

De Quinn a Gavin

Velo quería a Anthony Quinn (mexicano, de Chihuahua) para vestir a Pedro Páramo, como complemento perfecto para el personaje de Fulgor Sedano, que ya estaba adjudicado a otro grande de la escena azteca, Ignacio López Tarso. Pero Figueroa no era partidario de pagar a Quinn el caché de un actor con dos Óscar como secundario y le aseguró a Velo que no estaba disponible en esas fechas. Años después, Velo se encontró con Quinn, quien le negó tajantemente cualquier contacto con él y que de buena gana hubiera aceptado hacer de Pedro Páramo...

El elegido sería Gavin, según Velo un buen tipo, pero negado para el arte dramático, algo fácil de comprobar, más allá de su arquetipo de «galán». Fue una de las varias frustraciones de Velo con Pedro Páramo, actualmente ya un clásico del cine mexicano. A mayores, las exigencias de Figueroa -para quien Velo solo era un principiante- desnaturalizaron el resultado, sobre todo al dar un lucimiento excesivo a la cámara. El propio Tarso admite que el gran fotógrafo «mandaba mucho». La acogida del filme, cuya pretensión incluía dar carpetazo al popular cine «de charros», tampoco fue buena. Gavin ya no alcanzaría notoriedad artística, más allá de presidir el Sindicato de Actores de Hollywood.