«Loving Vincent», homenaje a Van Gogh

sabela pillado

CULTURA

Se ha definido como una «película de animación pintada al óleo», y no es para menos, ya que cada uno de sus 65.000 fotogramas han sido pintados a mano a lo largo de los años por los 125 artistas que formaron parte del proyecto

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La relación entre cine y pintura no es ni mucho menos nueva, pero Loving Vincent destaca por méritos propios a la hora de escribir un nuevo capítulo en ella. Se ha definido como una «película de animación pintada al óleo», y no es para menos, ya que cada uno de sus 65.000 fotogramas han sido pintados a mano a lo largo de los años por los 125 pintores que formaron parte de este proyecto. Todos ellos, siempre, recreando e inspirándose en las obras y estilo de Van Gogh, considerado hoy día precursor del expresionismo y de la pintura moderna, a pesar de que en vida apenas consiguiese vender un solo cuadro.

Aun tomando como base la rotoscopia (técnica de rodar con actores reales para pintar luego sobre ello), la pintura sinuosa y dinámica del artista parece trascender el espacio de la pantalla-lienzo, cobrando vida en un espectáculo visual que compone una pequeña obra maestra en su campo, una joya animada que a la vez rinde sincero homenaje a un genio inconmensurable que no encontró comprensión en su torturada vida más que en su hermano Theo. Precisamente, la búsqueda de un destinatario para la carta póstuma de Vincent a Theo (fallecidos ambos con escaso margen de tiempo), es el macguffin que orquesta una trama que deriva en investigación sobre el suicidio de Vincent con una hipotética teoría de asesinato, lo que a su vez sirve como base para un estudio en torno a la vida de este personaje atormentado.

Y sin embargo, justo es decirlo, la trama -aun sin ser irrelevante- es lo de menos en este esfuerzo titánico de animación (concepto perdido en gran parte en la era de lo digital) que demuestra el poder de mimetización entre las artes, y en el cual la síntesis entre cine y pintura alcanza su máxima expresión, a través de la fascinante obra de un artista que no concebía -llevándolo hasta extremas consecuencias- diferencia entre vida y pintura.