-Es una ciudad nocturna, líquida, sin contornos muy definidos. Una Barcelona sin propietarios, que no es de nadie, un terreno que no se puede abandonar pero que tampoco tiene verjas. Muy mestiza, muy viva y nocturna. Así la veo yo también probablemente.
-Los capítulos de «Taxi» toman su título de las canciones de la banda punk The Clash, ¿por qué?
-Es una novela escrita en círculos. No es lineal. Yo, las novelas, las tengo que escuchar, me tienen que sonar a música. Y me pilló que justo volví a escuchar los viejos discos de The Clash, que eran muy eclécticos, desmesurados e imperfectos. Yo quería que la novela fuera un poco eso, como si pintas y te vas del lienzo. Y ello me servía también para definir al personaje. Él se llama Sandino por Sandinista!, un disco triple de The Clash que es mucho peor que el anterior, pero en el cual Sandino sigue confiando. Y eso me permitía definir al personaje como una persona leal a pesar de todo, a pesar de que no tiene razón, de que vaya a perder. Porque también creo que Barcelona es un poco así: una ciudad leal a veces a causas perdidas, aunque sepa de antemano que son perdidas.