Renata Scotto, la última diva de la ópera del siglo XX, enseña sus secretos

CRISTÓBAL MANEIRO A CORUÑA

CULTURA

Thomas Cordy | EFE

La soprano italiana imparte el «Curso de interpretación vocal», que abre mañana la Programación Lírica de A Coruña

27 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Renata Scotto (Savona, Italia, 1934) es una de las últimas grandes divas del siglo XX, posiblemente la cantante de ópera más influyente de la posguerra junto con Maria Callas. Después de haber conquistado todos los grandes teatros de Europa, y de haber sido dirigida incluso por Luchino Visconti, en los 80 se convirtió en la reina absoluta del Metropolitan de Nueva York, donde fue la primera artista en cantar y dirigir escénicamente la Madama Butterfly de Puccini. Ella y Luciano Pavarotti serían además los encargados de inaugurar en ese mismo teatro las primeras retransmisiones televisivas de ópera en Estados Unidos -con otro título pucciniano, La Bohème-, y que luego darían lugar a las proyecciones en cine de nuestros días.

Desde su retirada, la Scotto ha combinado la dirección, que cada vez frecuenta menos -aunque el año próximo tiene previsto llevar su L’elisir d’amore a Florida-, con la formación de jóvenes cantantes. Alumnos de todo el mundo la han requerido desde la Accademia Nazionale di Santa Cecilia en Roma a la Juilliard School de Nueva York. Y ahora, por primera vez, impartirá sus lecciones magistrales también en España invitada por Amigos de la Ópera de A Coruña.

Reemplazará al fallecido Alberto Zedda al frente del Curso de interpretación vocal, que mañana comienza en la ciudad con cantantes de Francia, Moldavia, Alemania, Argentina y España, y que culminará el próximo 8 de septiembre con un concierto de todos ellos, supervisado por la propia Scotto, en el auditorio de Afundación.

En su experiencia docente, la Scotto espera poder transmitir la esencia del bel canto, el arte del buen cantar, que para ella parte «de una entonación que debe ser perfecta y de una absoluta claridad a la hora de transmitir las palabras, porque el texto es tan importante como la música», señala. Scotto profundiza en el estilo: la técnica hay que traerla aprendida de casa con un buen maestro de canto, algo que ella tiene claro que no es. «Yo enseño a entender la diferencia entre Rossini y Verdi, y también a saber cómo estar y moverse sobre un escenario». 

Palabra y música, una sola cosa

Del mismo modo que -como recordaba el tenor Plácido Domingo en su prólogo a las memorias de la diva-, cuando cantaba, la «Scotto tenía su carácter, naturalmente que sí, pero es una persona razonable», ahora, como maestra, exige lo mismo que se pedía a sí misma en los escenarios: la máxima entrega. «En esta profesión no sirven las medias tintas, o lo haces bien o lo mejor es dejarlo», advierte taxativa. Para Scotto, actualmente, enseñar es el modo de prolongar su herencia, continuar haciendo aquello que siempre ha sentido como un deber: «Transmitir la idea de que en la ópera, el espectáculo más bello que existe, las palabras y la música son una sola cosa, y que así deben ser tratadas».

Si alguien sabe lo necesario que puede llegar a ser encontrar buenos consejos en su profesión, es ella, que vivió una temprana crisis vocal al comienzo de su carrera. Durante aquella época, a mediados de los 50, la soprano tenía problemas y decidió consultar con Alfredo Kraus -su colega en tantas veladas gloriosas- posibles soluciones. El tenor canario le sugirió entonces que probara suerte con su antigua maestra, la soprano española Mercedes Llopart, que aún seguía viviendo en Milán, donde había disfrutado de algunos éxitos durante su carrera artística. La Scotto le hizo caso y su nueva maestra, con sus oportunas sugerencias, le devolvió completamente la confianza en sí misma. «Kraus, para mí, fue como un hermano y además, de alguna manera, en ese momento, se convirtió en mi salvador», dice.

Desde entonces, su técnica prodigiosa, su expresividad, su sentido del fraseo la convirtieron en una de las reinas indiscutidas de su profesión, en papeles siempre comprometidos y que abarcaban todo tipo de personajes y estilos, desde la arrebatada Abigaille de Nabucco de Verdi a la infeliz protagonista de la Suor Angelica pucciniana. Precisamente, algunas de sus mejores caracterizaciones se podrán disfrutar estos días en las proyecciones que Amigos de la Ópera ha programado en paralelo al curso que la artista impartirá en Afundación, todas de acceso gratuito, y que comienzan, en ese mismo espacio, mañana a las 19 horas, con Lucia de Lammermoor, uno de su roles de referencia.