Si alguien sabe lo necesario que puede llegar a ser encontrar buenos consejos en su profesión, es ella, que vivió una temprana crisis vocal al comienzo de su carrera. Durante aquella época, a mediados de los 50, la soprano tenía problemas y decidió consultar con Alfredo Kraus -su colega en tantas veladas gloriosas- posibles soluciones. El tenor canario le sugirió entonces que probara suerte con su antigua maestra, la soprano española Mercedes Llopart, que aún seguía viviendo en Milán, donde había disfrutado de algunos éxitos durante su carrera artística. La Scotto le hizo caso y su nueva maestra, con sus oportunas sugerencias, le devolvió completamente la confianza en sí misma. «Kraus, para mí, fue como un hermano y además, de alguna manera, en ese momento, se convirtió en mi salvador», dice.
Desde entonces, su técnica prodigiosa, su expresividad, su sentido del fraseo la convirtieron en una de las reinas indiscutidas de su profesión, en papeles siempre comprometidos y que abarcaban todo tipo de personajes y estilos, desde la arrebatada Abigaille de Nabucco de Verdi a la infeliz protagonista de la Suor Angelica pucciniana. Precisamente, algunas de sus mejores caracterizaciones se podrán disfrutar estos días en las proyecciones que Amigos de la Ópera ha programado en paralelo al curso que la artista impartirá en Afundación, todas de acceso gratuito, y que comienzan, en ese mismo espacio, mañana a las 19 horas, con Lucia de Lammermoor, uno de su roles de referencia.