«Hay que enterrar para siempre al Cela de la prensa del corazón»

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Juan Lázaro

Camilo hijo prepara la tercera edición de su libro, «Cela, mi padre»

15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Camilo hijo, que prepara la tercera edición de su libro Cela, mi padre, relata que, después de la muerte de Rosario y Camilo, se atrevió a leer sus cartas, donde «aparece un hombre sorprendente. Y se pone de manifiesto además que sus novelas son autobiográficas y sus autobiografías están noveladas». Él disfrutaba difuminando los lindes, «y lo tenía a gala, porque en el fondo para un escritor crear personajes forma parte de su oficio. ¿Cómo no va a ser su propio personaje una creación?». Figura controvertida, tanto ruido y exhibicionismo le ha perjudicado: «Ese personaje bárbaro que disfrutaba incluye los desprecios por los autores jóvenes. Aunque en el fondo, y esto me lo hizo notar Darío Villanueva, es homenaje que les hace, porque no se metería con ellos si los creyera triviales».

Con el centenario, su objetivo principal es «recuperar al Cela escritor y enterrar para siempre al de la prensa del corazón». Entre otras razones, porque no hay derecho a hurtar a los lectores futuros la obra por «un aspecto absolutamente trivial y enojoso que ciertos biógrafos han erigido en cumbre, cuando en el fondo son mazmorras. ¿Cuántos escritores había en su funeral, y cuántos ministros? Cuatro ministros, ningún escritor. Compárese con el entierro de Baroja, que mi padre cuenta que Hemingway no quiso llevar el ataúd porque decía que no tenía el suficiente talento como para merecer ese honor».

El centenario es una ocasión fenomenal, defiende, para sacar a la luz la obra, sin ocultar por ello su etapa de censor del régimen de Franco o que en la guerra ofreciese sus servicios como denunciante. «Cosas que, a medida que escarbas en el abanico de facetas de su personalidad, aparecen más claves nuevas que te dejan ver el verdadero Cela».

Lo que sucede, dice, es que tras su operación a vida o muerte, «quiso vivir una vida diferente, estúpida, vacía de valor literario y sujeta a oropeles irrelevantes».