Valor y empatía

CULTURA

09 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en marzo del 2009 parto de la estación coruñesa de San Cristóbal en mi particular peregrinaje en tren hacia Kiev, mi única compañía fue la galardonada con el premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich. Su conmovedor libro Voces de Chernobil me preparó durante una semana de viaje sobre lo que allí vería. En él, esta periodista nacida en Ucrania pero bielorrusa de adopción, nos traslada sin anestesia al infierno de los afectados por el desastre nuclear. Testimonios desgarradores de personas a las que el destino les tenía reservadas sus peores pesadillas en el tiempo en que un reactor tarda en explotar. En el libro, de estilo marcadamente periodístico, habla de niños que esperan a padres que nunca volverán, de ciudades prósperas que ahora son silenciosos fantasmas de cemento y de héroes que daban sus vidas combatiendo a la radiactividad porque «alguien tenía que hacerlo». Testimonios como los recogidos por Alexiévich necesitan contarse con valor, empatía y sensibilidad. Cuenta en su libro que, después del desastre, le preguntaron al fotógrafo bielorruso Víktor Latún por qué hacía tantas fotos. «Porque me faltan palabras», contestó. Al bajarme del tren en Kiev tenía claro que mi humilde aportación fotográfica sobre el desastre se fundamentaría en el respeto y la admiración a toda esa gente a la que Svetlana radiografió en su libro.