«Kingsman. Servicio Secreto»: Del tributo a la parodia inteligente

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Matthew Vaughn vuelve a clavarla con esta cinta protagonizada por Colin Firth, a sabiendas de que hay un punto intermedio entre la parodia excesiva y friki de Austin Powers y la incombustible saga de James Bond

14 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El londinense Matthew Vaughn, con 44 marzos a cuestas y también productor de Guy Ritchie (Lock & Stock, Snatch, cerdos y diamantes), ya había demostrado con Kick-Aas: listo para machacar (2010) y X-Men: primera generación (2011) que su pasión por los superhéroes y superespías (léase de 007 para arriba...) tiene un punto refrescante. Muy de agradecer, dicho sea.

Con Kingsman. Servicio secreto vuelve a clavarla, a sabiendas de que hay un punto intermedio entre la parodia excesiva y friki de Austin Powers y la incombustible saga de James Bond, que en su medio siglo de vida ha ido dando bandazos a cuenta del caballero británico con licencia regia para matar. Naturalmente, tratando de ser fiel al cómic original de David Millar y Dave Gibbons, junto a su coguionista Jane Goldman. Con lo cual, su impronta tendría que asomar en los matices y en el enfoque, ambos superados con notable. Vamos, que, aun siendo servidor un confeso profano en la materia, te deja la complacida sensación de haber asistido a buen (y divertido) espectáculo, que no es poco.

Tenemos a un agente muy british, un gentleman en maneras y percha, bien vestido por Colin Firth, que, necesitado de nuevos agentes para su organización, recluta a un macarrilla de barrio, hijo de un colega que años atrás sacrificó su vida por él. Como es natural, los seleccionados serán sometidos a pruebas inhumanas... Esa misma naturalidad se impone en la administración de la parodia, ya desde la primera secuencia, forzando al máximo las situaciones (mérito del director Vaughn) aun llevando al personaje de Jackson al límite del caricato, que en el caso de Michael Caine luce una mayor contención.

¿Y la trama? Pues tiene su cosa. El malo es un visionario ecologista que se presenta como benefactor facilitando un software libre y gratuito a través de chips activados por telefonía móvil. Los Kingsman le huelen el aliento y van a por él, pero, lo que en otros derivaría a un más de lo mismo, aquí se resuelve con mucha coña, oscilando entre la comedia inteligente y el exceso contenido, sobre todo a través de una violencia desmesurada que invita a la carcajada. Sin duda que requiere complicidad en el espectador. Si te la tomas en serio pierdes el tiempo y? los cuartos.